Como parte de la serie de artículos sobre la crisis ecológica alrededor del mundo de esta edición, varios escritores hablan sobre la geopolítica del cambio climático en Brasil, Marruecos, Nigeria, Serbia y Turquía. Florent Marcellesi analiza los intentos coloniales de Marruecos por extender su influencia en el Sáhara Occidental mediante iniciativas e inversiones de índole climática.

Marruecos es una pieza clave a nivel climático. Primero, a nivel energético, es una vía de paso que vincula el gas fósil argelino con España. Como hemos visto recientemente con el cierre del gaseoducto marroquí por problemas diplomáticos entre ambos países magrebíes, Europa en general y España en particular son muy dependientes de la estabilidad política de nuestros vecinos mediterráneos. Es por tanto una prioridad abandonar cuanto antes el uso del gas fósil y apostar por un sistema energético europeo renovable, relocalizado y autosuficiente.

Moving Targets: Geopolitics in a Warming World
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Segundo, Marruecos se posiciona desde hace años como el campeón climático del norte de África, por ejemplo organizando la última COP en continente africano, la COP22 en Marrakech. Con una clara voluntad de mejorar la imagen del país en el exterior, su apuesta por las renovables es llamativa y positiva en una región dominada todavía por las energías fósiles. Sin embargo, esta estrategia tiene un fallo enorme: la mitad de la producción renovable que el régimen marroquí proyecta para el año 2030 se asienta en territorio ocupado del Sáhara Occidental.

Según ha reiterado de forma tajante la Justicia Europea estos últimos años, el Sahara Occidental no es un territorio marroquí sino un territorio no autónomo todavía en proceso de descolonización. Para cualquier tipo de proyecto, lo que incluye la energía renovable, es necesario el consentimiento del pueblo saharaui así como la interlocución con el Frente Polisario, legítimo representante de dicho pueblo.

La realidad en el terreno es bien diferente. Como ha documentado la ONG Western Sahara Resource Watch, ya funcionan muchas plantas fotovoltaicas en el Sahara Occidental, en manos de empresas europeas (Siemens Gamesa, Enel o ENGIE) o internacionales (General Electric o ACWA Power) y con el beneplácito ilegal de Marruecos. Puesto que ninguna de las empresas implicadas ha podido recoger el necesario consentimiento del pueblo saharaui, esto choca directamente contra la legislación internacional y europea.

Puesto que ninguna de las empresas implicadas ha podido recoger el necesario consentimiento del pueblo saharaui, esto choca directamente contra la legislación internacional y europea.

Si fuera poco, Marruecos ha presentado de cara al Acuerdo de París un plan de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero (NDC por sus siglas en inglés) que incluye también ilegalmente al Sahara Occidental. Estamos ante un caso claro de “colonialismo climático” que desafía cualquier planteamiento serio de justicia climática. Renovables, sí, pero solo desde la legalidad y la justicia.

Frente a esta situación, se plantean varios requisitos fundamentales. En primer lugar, que la UE y España alcen la voz contra el uso colonial de las energías renovables y que las empresas europeas dejen de intervenir en el Sahara Occidental hasta obtener el consentimiento del pueblo saharaui. Por otro lado, se necesita que Marruecos presente unos NDC circunscritos a su territorio reconocido por Naciones Unidas, y para concluir, que el Sahara Occidental se dote de NDCs en base a la legalidad internacional.