España se enfrenta a una polarización creciente que deja una campaña electoral sin apenas espacio para debatir sobre políticas concretas. En cambio, los candidatos, apoyados por los medios de comunicación, se centran en “atacar al adversario político en el terreno personal”.  La transición ecológica desaparece casi por completo de los mítines y entrevistas, pues en este marco polarizado las fuerzas más ecologistas no tienen la oportunidad de resaltar su agenda verde. 

Como cada verano, pero aún más en estos últimos años, cuando el periodo estival se prolonga y es cada vez más caluroso, España encadena una ola de calor tras otra.  Sofocados en un mes de julio con temperaturas que superan los 43 ºC, los españoles pasan este año sus vacaciones -al menos, los afortunados que ya están veraneando- inmersos en una campaña electoral que devolverá a muchos a sus casas para votar el 23 de julio. Una campaña dominada por la personalización de los ataques en los discursos y donde las políticas climáticas, entre muchas otras, han quedado en segundo plano. 

Horas después de conocer los resultados de las elecciones regionales del pasado 28 de mayo, en las que el Partido Popular (PP) arrasó en la mayoría de las comunidades autónomas del país, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, anunció la disolución de las cortes y la convocatoria el 23 de julio de los comicios que inicialmente estaban previstos para finales de año. 

El panorama actual, según las encuestas, anticipa que ninguno de los partidos lograría la mayoría absoluta para gobernar en solitario, por lo que deberán necesariamente establecer alianzas con otras fuerzas políticas. 

Así, en unas semanas los españoles decidirán en las urnas si la próxima legislatura pasa a estar en manos de la derecha -posiblemente, una coalición del PP y los ultraderechistas de Vox- o si continúa al mando la izquierda, con un potencial acuerdo entre el Partido Socialista (PSOE) y Sumar (que aglutina a diferentes formaciones situadas más a la izquierda del PSOE). 

El mapa que dibujó la victoria de la derecha en las elecciones regionales (28M) sugiere que la población podría no estar contenta con el gobierno de los progresistas (PSOE-Unidas Podemos) y que se podría estar produciendo un giro en la sensibilidad política de los ciudadanos españoles hacia posiciones más conservadoras.  

Sin embargo, como subraya el politólogo y coordinador de la unidad electoral en beBartlet Ramón Mateo, “en términos de voto, el margen está mucho más ajustado de lo que podrían dar a entender los cambios que hemos visto en el poder político institucional”. “Lo que confirman estas elecciones es que el PP ha retomado el pulso de la movilización y ha logrado consolidarse como el líder del centro-derecha”, precisa Mateo, que antes de ser director de análisis en beBartet coordinó el equipo de asesores en las Cortes Generales del partido Ciudadanos (Cs), así como su Oficina económica. El PP ha logrado un aumento de los votos de cerca de dos millones, señala el experto, pero esa mejora en parte se explica por el batacazo de Cs, uno de los grandes perdedores de las elecciones, junto con Podemos. 

Cs, que desde el año 2015 se disputaba el espacio de la derecha con el PP en el tablero nacional, ha perdido en estos comicios cerca de un 1,3 millones de votos respecto a los resultados de 2019, recuerda Mateo. Por su parte, Vox también ha empeorado sus resultados en relación a las elecciones generales de 2019 (cuando logró cerca de 3,6 millones de votos, mientras que en el 28M ha obtenido 1,5 millones). Su porcentaje de voto (7,19%) está muy por debajo de la que anticipan de media las encuestas para las generales (14,7%). 

El PSOE, por su parte, perdió 400.000 votos respecto a los comicios de 2019, lo que supone un punto porcentual menos. “El PSOE no ha ganado votos e indudablemente está en una situación a la baja, pero la pérdida en realidad ha sido muy contenida”, matiza Mateo. “Quien realmente se ha dejado votos en el espacio de la izquierda, y eso es lo que ha terminado de decantar la balanza, ha sido todo el bloque a la izquierda del PSOE, que incluye a Podemos y a Compromís”, partidos que se han quedado totalmente fuera de la Comunidad Valenciana y de Madrid. Juntas, estas fuerzas políticas a la izquierda del PSOE han obtenido cerca de un millón de votos menos que hace cuatro años. Pero hay excepciones: por ejemplo, EH Bildu, que ahora amenaza la hegemonía del Partido Nacionalista Vasco (conservadores) en Euskadi; el Bloque Nacionalista Galego (BNG), que ha salido reforzado con más de un centenar de concejales más en Galicia y ha llegado a sorpassar a los socialistas en la capital, Santiago de Compostela; y Más Madrid, que mejoró sus resultados y fue la segunda fuerza más votada, pese a que el PP se impuso como ganador.  

“Los casos de Bildu y del BNG son parecidos. De una manera natural, ambos han ocupado el espacio que contribuyeron a construir las distintas marcas de Podemos en esos territorios y que superaron las fronteras tradicionales de la izquierda porque lograron de alguna manera aunar una coalición que juntaba elementos procedentes del mundo nacionalista, más tradicional, pero también con nuevos votantes y aquellos que venían de un ámbito más propio de la izquierda, o votantes incluso del PSOE pero que estaban posicionados más a la izquierda”, sostiene Mateo.  

Según este experto, la campaña que sigue a las elecciones regionales y municipales es una lucha por la movilización: La derecha, por parte del PP, tratará de retener la movilización tan grande que logró en mayo, mientras que la izquierda, por parte del PSOE, intentará movilizar a todos aquellos que están más a su izquierda y generar esperanza para que puedan ver en el PSOE una opción viable de Gobierno progresista.  

En un clima de polarización creciente, la campaña del 23J está dejando fuera los debates a los que estamos acostumbrados a escuchar de los candidatos a la presidencia del Gobierno -discusiones sobre políticas públicas concretas, la situación económica, el empleo, la sanidad y otros asuntos que preocupan a la ciudadanía-, para centrarse en ataques personales al bloque contrario. “Estas elecciones se juegan a dos preguntas: la primera, ‘¿a qué bloque va a usted a votar?’ Y, la segunda, ‘¿usted qué prefiere, fortalecer a la opción moderada o a la unión que está un poco más en el extremo pero que será más exigente?”, resume Mateo.  

Pese al momento clave que atraviesa el planeta, en un contexto de alarma científica cada vez más elevada por los impactos climáticos que se evidencian -con fenómenos meteorológicos extremos que ocurren, también en España, con mayor frecuencia y virulencia que antes-, la agenda verde brilla por su ausencia en la campaña electoral. Y eso que “España es el país que más tiene que ganar y más tiene que perder en la transición ecológica”, asevera Javier Peña, divulgador climático en su canal ‘Hope’, un altavoz que lo ha convertido en el principal ‘influencer’ ambiental del mundo hispanohablante, con vídeos que superan los 400 millones de reproducciones. 

“España es el país más amenazado por la desertificación —incide Peña—, estamos viendo temperaturas más insoportables y peligrosas, muertes cada verano por el calor extremo, pérdidas de cosechas…”. Pero al mismo tiempo la transición ecológica presenta una oportunidad, dice, pues “una economía que no se consigue despegar del turismo de sol y playa, de repente tiene el mayor potencial renovable y la luz más barata de la UE en un momento de reindustrialización europea en que podemos medirnos con una potencia industrial porque tenemos esa ventaja competitiva”. 

Así, no se explica cómo estos temas no están protagonizando la campaña, y le preocupa el hecho de que, no sólo la crisis ecológica es la gran ausente, sino que el negacionismo está ganando terreno, de modo que está en duda o de menos relevancia “el hecho de que estamos en una emergencia climática que implica acciones para salvar lo que nos define como sociedad”.  En esa disputa por la hegemonía de la derecha, Peña argumenta que el PP está comprando el marco a Vox, y asociando las políticas de transición ecológica con el empobrecimiento y el recorte de libertades, que es “el marco utilizado por la maquinaria negacionista”. 

El impulsor de ‘Hope’ denuncia, por ejemplo, la regresión de algunos ayuntamientos -Gijón, Palma, Valladolid o Elche- en políticas que según Peña no tendrían por qué ser consideradas “de izquierdas”, como es el caso de la liberación del espacio público en favor de la movilidad a pie o en bicicleta para combatir la contaminación atmosférica y el cambio climático. Las primeras medidas de estas administraciones públicas, con recién estrenados gobiernos de derecha, incluyen la eliminación de zonas peatonales o carriles bici para devolver ese espacio a los coches. 

Para combatir este discurso, el divulgador cree que las formaciones ecologistas deben cambiar su forma de comunicar la necesidad de apostar por la transición verde, y contar esa transformación no como un sacrificio para el actual modelo de vida sino como algo que puede mejorarlo. Es un giro en la comunicación que también ha adoptado en sus vídeos, dice, que “están teniendo muy buenos resultados”. Asegura que éstos logran apoyos más trasversales cuando se detienen a explicar los beneficios que las políticas verdes acarrean para todos, incluidos los sectores tan confrontados por los ecologistas, como la agricultura. “Habría que renunciar al objetivo de que la gente apoye políticas porque hay una emergencia climática que comprenden y entonces tienen que actuar, y contar que la transición ecológica bajada a tierra nos mejora la vida a todas las personas y tiene enormes ventajas tanto económicas como de salud como sociales. Se debería poner el foco en despertar el deseo; en proponer un horizonte alternativo, más deseable del que tenemos hoy, y desgranar todas las ventajas”, abunda Peña. 

Así es, en parte, como lo está abordando el programa de Sumar, que integra en políticas a simple vista sociales una perspectiva ecologista, defiende Paz Serra, candidata de esta formación en Madrid y miembro de la ejecutiva de Verdes-Equo. Por ejemplo, en la reducción en 2024 de la jornada laboral a 37,5 horas semanales para, progresivamente, avanzar hasta las 32 horas sin que se contraigan los salarios. “Cuando se habla del derecho al tiempo se está hablando también de que necesitamos pasar menos tiempo en el transporte”, precisa Serra. 

Las principales fuerzas progresistas -PSOE y Sumar- hacen referencia a la emergencia climática y la transición ecológica en sus programas y en sus discursos, pero no destacan esas propuestas más verdes, que a menudo son eclipsadas por los ataques entre bloques.  

Incluso el ex presidente del gobierno socialista José Luis Rodríguez Zapatero acabó interviniendo aún en la precampaña y arremetió contra los medios de comunicación, que a su juicio preguntaban a Sánchez más por su uso del Falcon -el avión privado que usa el presidente del Gobierno- que por su gestión al frente del ejecutivo. Los vuelos del Falcon es de las grandes críticas que la derecha ha enfatizado en esta campaña, junto con los pactos del PSOE con formaciones nacionalistas como EH Bildu o Esquerra Republicana (ERC). 

“Un acuerdo de gobierno significa tener ministros de un partido político en tu Gobierno, y no lo hay, no hay acuerdo de Legislatura. Lo que ha habido son acuerdos puntuales sobre leyes concretas”, se defendía Sánchez en una entrevista en Onda Cero, preguntado por esas alianzas. 

Por el contrario, la izquierda achaca al PP que se haya unido a la extrema derecha, algo que el presidente del gobierno calificó como un “recorte obsceno de derechos a cambio de votos”. Sánchez se refería a las primeras medidas que los gobiernos autonómicos liderados por PP y Vox tras el 28M adoptaron en relación a las libertades de la comunidad LGTBI, que incluían, por ejemplo, retirar la bandera arcoíris de las instituciones públicas. 

La líder de Sumar, Yolanda Díaz, anticipó que el debate entre los candidatos del PP, Alberto Núñez-Feijóo, y del PSOE, Pedro Sánchez, el lunes 10 de julio sería un “cara a cara de zascas” entre dos hombres del “bipartidismo” que miran “al pasado”, y afeó precisamente la ausencia de “política útil” en esos enfrentamientos. 

“En un clima tan tensionado como el que tenemos ahora va a ser difícil introducir cualquier tema en sí mismo”, lamenta Serra. “Todo el programa de Sumar tiene una misión de género y de sostenibilidad integrado en todas las políticas”, sostiene, “pero no está habiendo mucha oportunidad para profundizar en nada porque no se dan esos espacios y tampoco es a lo que están prestando atención los medios de comunicación”. 

Para Serra, la creciente polarización a la que aluden los expertos se explica en parte por “la forma en que producimos y consumimos cultura y discursos”, especialmente después de que en la pandemia “nos encerráramos todos un poco más en nosotros mismos”. “En los años 1980 toda España vio a la vez la muerte de Chanquete en Verano Azul. Había un relato común, una cultura y un sustrato común. Algo que unía a todo el mundo independientemente de su ideología. Ahora, cuando puede haber tres personas en una habitación cada una viendo cosas distintas, noticias distintas, con visiones completamente opuestas de lo que ven los otros, no hay lugar para el análisis, no hay contrastes”, recalca. 

La manera en que se consume información cada vez alimenta más las visiones propias, los sesgos, las identidades asociadas a un bloque político -la izquierda o la derecha- y no deja lugar a los matices y las reflexiones, coinciden las fuentes consultadas. 

La polarización política es uno de los impactos de la desinformación, un fenómeno que ha llegado algo más tarde a España en comparación con sus países vecinos pero que continúa en alza, tal y como apunta un informe reciente de IBERIFIER, un observatorio de medios digitales de España y Portugal, impulsado por la Comisión Europea y vinculado al European Digital Media Observatory

Y es la pescadilla que se come la cola. La circulación de noticias falsas que refuerzan cámaras de eco se ve impulsada a su vez por la particular desconfianza de los españoles respecto a sus medios de comunicación. El Oxford Digital News Report muestra que  la percepción de los españoles sobre la polarización en su sistema mediático es una de las más altas en el mundo, “equiparable a la de países tan políticamente conflictivos como Argentina, Tailandia o Hungría”, destaca el informe de IBERIFIER. 

Mateo sitúa el punto a partir del cual comienza a intensificarse la polarización en España un poco antes: en la moción de censura auspiciada por Pedro Sánchez que sacó del Gobierno a Mariano Rajoy (PP) en 2018, tras una sentencia que condenaba al PP como partícipe a título lucrativo en el caso Gürtel. Desde entonces, recapitula el analista, “empezamos a ver agravarse un fenómeno que va más allá de la crítica entre candidatos por lo que dicen o por lo que hacen, e incluso más allá de la movilización mediática contra un partido -elementos que ya veíamos desde hacía tiempo-, pero que pone lo personal en el objetivo de los ataques”. 

“Se desacredita, se deslegitima al adversario político, y no deja lugar al espacio de diálogo o a la mera posibilidad de confrontación con él. Se acaban conformando cámaras de eco donde cada bloque refuerza y realimenta a los que están en el terreno propio. Y esto, en términos de calidad democrática, es una cuestión muy preocupante”, agrega Mateo. 

“Es muy difícil construir un modelo democrático sin tener un relato común de lo que está ocurriendo”, coincide Serra. “Ni siquiera estamos de acuerdo en el diagnóstico de que hay que ir avanzando hacia una sociedad más sostenible y menos desigual en la que todos tengamos acceso a derechos básicos. No existe ese primer paso. Y eso alimenta mucho la polarización porque encierra a cada uno en su marco, sin lugar para el encuentro”. 

Como “no compartimos coordenadas porque no estamos en el mismo plano, no nos podemos criticar, simplemente acabamos funcionando con una lógica de confrontación, pero en el espacio separados”, añade Mateo, que teme que España siga la misma senda que Hungría o Polonia, si la democracia termina transformándose “en una suerte de autoritarismo competitivo” en el que cada gobierno “hace y deshace” a su antojo y el único papel de la oposición es esperar para llegar al Gobierno, derogar todo lo aprobado y empezar de cero.