Tras responder con solidaridad a múltiples crisis en los últimos años, Europa se encuentra ahora en una encrucijada: el retorno al antiguo régimen de austeridad o una Unión basada en la acción climática ambiciosa y una protección social sólida. Ante un resurgimiento conservador de cara a las elecciones de la UE de 2024, los Verdes y los progresistas deben unir fuerzas y ampliar su imaginación, sostiene la líder de Sumar, Yolanda Díaz.

Rosa Martínez Rodríguez: La Unión Europea construyó sus instituciones compartidas sobre el consenso neoliberal de que los mercados saben mejor que nadie qué es conveniente, y que la tarea del Estado es permitir su funcionamiento. Ahora ese consenso se está desmoronando en todo el mundo. ¿Qué significa esto para Europa?

Yolanda Díaz: El acuerdo europeo de reconstrucción durante la pandemia fue un punto de inflexión importantísimo, no tanto por el desembolso, que no era desdeñable, o incluso por su contenido, sino por los principios que lo sustentaron, por la demostración de que había otra forma de hacer las cosas, por la alteración de las lógicas de la economía política europea, ficticiamente constreñida, hasta ese momento, por los límites de los mercados. 

Ahora, más de tres años después, nos encontramos en un nuevo momento de bifurcación histórica para el proyecto europeo, con dos posibles caminos. El primero es el de la reconfiguración neoliberal, que consiste, básicamente, en proteger los privilegios de las élites europeas. Esta primera salida es la garantía de que Europa repite los grandes errores de Maastricht y Lisboa, de que volvemos a unas reglas fiscales obsoletas, incapaces de dar respuesta a los desafíos actuales, inhabilitadas para asegurar una transición ecológica y digital realmente justa. Es, también, la salida de un Pacto de Migración y Asilo que consolida el modelo securitario y externalizador que ha convertido el Mediterráneo en una gran fosa común.  

La segunda salida es la que busca proteger a las mayorías sociales europeas y hacer frente a la emergencia climática. Es la salida que comenté antes, la de esa Europa que, frente a la nefasta gestión del 2008, logró proteger a las personas trabajadoras durante la pandemia. Es la salida de unos Fondos de Recuperación que, a pesar de sus limitaciones, demostraron que se podía hacer todo aquello que llevan décadas diciéndonos que no se puede. 

Siguiendo la idea de Monnet de que Europa se forja en las crisis, debemos consolidar el punto de inflexión que supuso la respuesta a la crisis del coronavirus. Pasar de reparar a preparar, como dice Mariana Mazzucato. Abandonar, de una vez por todas, el fracaso del austericidio, y apostar por arraigar los planes de inversión pública, estímulo fiscal y herramientas de probado éxito como el mecanismo SURE. Consolidar el destello de lucidez durante la pandemia y convertirlo en unas reglas de juego permanentes y estables.

Consolidar el destello de lucidez durante la pandemia y convertirlo en unas reglas de juego permanentes y estables.

¿Cuál es el papel de la transición verde en esta segunda ruta que usted describe? ¿Puede la política climática contribuir a hacer una Europa más social y reducir las desigualdades?

Para tomar la segunda salida que comentaba antes, es imprescindible que la UE se convierta en una potencia climática. En un momento de recomposición global, en el que Europa todavía no ha encontrado un perfil realmente autónomo, una forma propia de estar en el mundo, esto es clave. 

La Unión tiene la capacidad de ser la impulsora de la planificación ecológica en clave democrática y social a escala global, el ejemplo a seguir en políticas climáticas en todo el mundo. Por su potencia normativa, su defensa de la diplomacia climática, su tamaño…  

Estos últimos meses, asistimos a un preocupante intento de desmantelar el European Green Deal. Lo vimos con la Ley de Restauración de la Naturaleza. Lo vimos, también, con las declaraciones de von der Leyen o Macron, quienes llamaron a ralentizar la agenda verde europea.  

Frente a la alianza de negacionistas y retardistas, debemos decir, alto y claro, que alcanzar los objetivos de este pacto es más acuciante que nunca. Un European Green Deal expandido, con ambiciones renovadas y objetivos adelantados, ha de ser nuestra principal brújula política para la próxima década. No hay tiempo que perder.  

Por eso, necesitamos profundizar en la agenda del Fit for 55 y reforzar los instrumentos del Green Deal, como el Fondo de Transición Justa y el Fondo Social Climático, para asegurar que la lucha contra la emergencia climática no recaiga en las personas trabajadoras y que contribuyan más aquellos que contaminen en mayor medida. Necesitamos, también, construir nuevas herramientas, como un mecanismo SURE climático, para proteger a las personas trabajadoras en la transición y asegurarnos que esta no produce un impacto negativo en el empleo.

La política industrial vuelve a estar de moda, también a nivel europeo. Pero, ¿se puede llevar a cabo de manera que aumente el control democrático sobre la economía, en lugar de socializar los riesgos y privatizar las ganancias?

Europa y los Estados miembros necesitan una política industrial activa y una planificación industrial verde. Necesitamos, sí, planificar más y mejor para reducir la incertidumbre, que es el espíritu de nuestra época.  

La política industrial está de vuelta, pero no puede ser la política industrial de siempre. Se trata de transformar, de forma estructural y a largo plazo, nuestro modelo productivo. 

Europa y los Estados miembros necesitan una política industrial activa y una planificación industrial verde.

La planificación industrial verde debe ayudar a cambiar el paradigma económico de la Unión y profundizar en una agenda verdaderamente laborista, una reindustrialización verde que ponga los derechos laborales en el centro y que condicione las ayudas públicas a las empresas a su contribución efectiva a una transición ecológica y digital justa. Esto último es importantísimo. Bernie Sanders condicionó su apoyo a la Ley de Microchips estadounidense a que las empresas cumplieran una serie de condicionantes en beneficio de los trabajadores y trabajadoras. Se puede hacer. Es esencial.  

Por eso, la planificación industrial verde tiene que ver, también, con consolidar el protagonismo de las personas trabajadoras en la transición justa, crear puestos de trabajo y mejorar los salarios. Esta idea estaba muy presente en nuestro programa electoral: hablábamos de un plan nacional de transición energética que incluía la rehabilitación de 500.000 viviendas al año; reforzar el ritmo inversor en energías renovables; convertir a nuestro país en la vanguardia de la electromovilidad…  

Tiene también que ver con la necesidad de profundizar en una autonomía estratégica al servicio de la ciudadanía europea, y no de los balances de las grandes empresas armamentísticas. Necesitamos industria propia para poder tomar decisiones que no necesiten del beneplácito de terceros países. Necesitamos industria propia para que Europa encuentre una voz propia y un lugar autónomo en el actual contexto de incertidumbre geopolítica.

En los últimos años, Europa ha dado espacio a los estados miembros para que inviertan más. España ha sido un actor clave, construyendo coaliciones a favor de políticas como el endeudamiento conjunto y el impuesto sobre las ganancias extraordinarias del sector de la energía. ¿Cuál cree que es la interacción entre los gobiernos progresistas a nivel de los estados miembros y el liderazgo progresista a nivel europeo? ¿Puede todavía España todavía desempeñar ese papel?

El papel de nuestro país en Europa ha cambiado mucho en la última legislatura. Hace diez años, Luis de Guindos, el ministro de Economía de Rajoy, se jactaba en el Eurogrupo de que su contrarreforma laboral era “extremadamente agresiva”. Hoy, nuestra reforma laboral es ejemplo, en toda Europa, de que se pueden hacer las cosas de otra manera. Hace diez años, España jugaba un papel subalterno en una Europa austericida. Hoy, coordinamos los esfuerzos más ambiciosos en expedientes exitosos, como la directiva de salarios mínimos o la de transparencia retributiva.  

Es un orgullo ver cómo los antiguos PIIGS y la Europa del sur juegan un papel de vanguardia y dirección histórica en un momento de reconfiguración del proyecto europeo.  

Lo que nos jugamos ahora es dar pequeños pasos adelante, o enormes pasos atrás.

Estoy convencida de que podremos seguir jugando ese papel si somos capaces de seguir siendo ambiciosos e innovadores, si entendemos que no son tiempos de “consolidación”, sino de avances, de que lo que nos jugamos ahora es dar pequeños pasos adelante, o enormes pasos atrás.

“Europa es un pacto intergubernamental que debe convertirse en un proyecto democrático, social y federal”, escribió usted a principios de este año. ¿Por qué Europa necesita dar ese paso adelante? ¿Es un horizonte realista, tal como están las cosas en el contexto actual?

Bueno, el programa internacional de Sumar tenía tres objetivos principales: una salida democrática de la gran crisis ecosocial, el refuerzo del multilateralismo democrático y el derecho internacional y la reconstrucción democrática de Europa, el avance hacia la Europa social. Este último objetivo es condición de posibilidad de los dos primeros, y debemos ser ambiciosos.  

Hablábamos de superar el Pacto de Estabilidad y Crecimiento, un elemento obsoleto del consenso de Maastricht, incluyendo como objetivos del BCE la lucha contra la emergencia climática, por ejemplo; sustituir el Mecanismo Europeo de Estabilidad por una Agencia Europea de la Deuda; avanzar hacia una política fiscal redistributiva e integrada, que evite el dumping social entre Estados miembros; concretar normativamente el Pilar Europeo de Derechos Sociales o el Protocolo de Progreso Social; o democratizar la estructura institucional de la Unión.  

Un último apunte sobre los horizontes realistas. En 1949, en plena construcción de los Estados de bienestar de posguerra, Friedrich Hayek escribió un ensayo, “The intellectuals and socialism”, en el que afirmó que, frente a la victoria del keynesianismo, los liberales necesitaban un nuevo radicalismo utópico. Treinta años después, muchas de las ideas de Hayek eran mayoritarias. Debemos aprender del éxito del neoliberalismo. Necesitamos tener horizontes de transformación a los que aspirar, porque si empujamos con fuerza, si estiramos nuestra imaginación, nos acercaremos a ellos mucho antes de lo sospechado.

Los progresistas no son los únicos que comparten una visión para Europa. Sorprendentemente, la extrema derecha es más transnacional que nunca. ¿Cuál es, en su opinión, la elección que tenemos ante nosotros? ¿Cuál es su visión de Europa y cuál la nuestra?

Bueno, creo que tenemos mucho que aprender de eso. A pesar de sus diferencias internas, que no son pocas, la extrema derecha, en Europa y en el resto del mundo, ha logrado construir una red transnacional, ha conseguido hacerse ver como un sujeto político único con una acción coordinada. Creo, de hecho, que los y las progresistas tenemos que hacer lo mismo.  

Por eso, siguiendo a Gramsci, hablo siempre de construir un bloque histórico progresista, un bloque histórico verde. Una alianza diversa, amplia, que vaya mucho más allá de lo electoral, que incorpore a fuerzas políticas de tradiciones diferentes, junto a movimientos sociales, instituciones e intelectuales, que incorpore, incluso, a importantes sectores hasta ahora partícipes del modelo neoliberal. Para abordar grandes desafíos se necesitan grandes alianzas.  

La gente no nos pide que seamos iguales, que dejemos de pensar de forma diferente; nos piden que caminemos juntas para poder avanzar y mejorar el día a día de las personas. Esa es la gran innovación de Sumar en nuestro país. Esa quiere ser su aportación, ahora también, a nivel europeo.

¿Qué está en juego en las elecciones de la Unión Europea de 2024? ¿Por qué son importantes estas elecciones para España?

En estas elecciones nos lo jugamos todo. Nos jugamos que nuestro país siga siendo relevante en Bruselas, y nos jugamos, sobre todo, el propio futuro del proyecto europeo. 

Mirad, hace muy pocos meses, en España algunos se creían vencedores meses antes de ir a las urnas. Demostramos en nuestro país que la victoria de la alianza entre la derecha y la extrema derecha no es inevitable. Al contrario: son el pasado. 

Ahora sucede lo mismo con las elecciones europeas. A varios meses de las elecciones, muchos en Europa nos dicen que no hay nada que hacer, que solo hay dos escenarios posibles: o una alianza a la Meloni, o resignarnos a la gran coalición de siempre. ¡No es así!

Aligning Stars: Routes to a Different Europe
Aligning Stars: Routes to a Different Europe

How has Europe changed through recent crises and what visions can pave the way to a sustainable future? By examining the continent’s past and present, this edition explores possible routes towards a different Europe.

Order your copy