La decimoquinta edición del Green European Journal se publicará solo unos días antes de las elecciones que tendrán lugar en los Países Bajos, las primeras de una serie en Europa que tendrá lugar durante 2017, considerado un año salpicado de peligros. En toda la Unión Europea se sienten la rabia y el miedo, sentimientos que engrosan las filas de los extremistas y los nacionalismos populistas, que se alimentan de ellos y los favorecen. A pesar de los niveles sin precedentes de bienestar social y riqueza material, en todas sus formas, la seguridad, o más bien la inseguridad, se impone en la agenda política: la inseguridad física de las sociedades, que se han visto afectadas tanto en espíritu como en sus propias carnes por la amenaza y los ataques terroristas; la inseguridad cultural provocada por la crisis del estado de la nación y el creciente flujo de inmigrantes en un continente asolado por una enfermedad existencial; la inseguridad material y económica que experimentan muchos trabajadores a los que las consecuencias del neoliberalismo global les ha afectado duramente.

Como heraldos del pensamiento progresista y del principio de cautela, los Verdes siempre nos hemos enfrentado a los riesgos militares, medioambientales, sanitarios, nucleares, e industriales, en nombre de los ciudadanos y en contra de los estados con pocos escrúpulos en estos temas. Pero, paradójicamente, aunque nacidos de la dialéctica entre la seguridad y el cambio, los Verdes nos sentimos incómodos con las exigencias de seguridad actuales. Reclamamos, y defendemos siempre, que ni la militarización de la prevención y la represión, ni la restricción de las libertades en nombre de la seguridad, son la respuesta a los desafíos actuales. Sobre la cuestión de la seguridad externa, por ejemplo, subrayamos que gastar más para cumplir los criterios de la OTAN, cuando los 28 Estados Miembros gastan ya conjuntamente cuatro veces más que Rusia en defensa, no garantiza realmente la seguridad de Europa.

Pero el poder emotivo subyacente al discurso dominante, el miedo y los sentimientos de inseguridad constituyen un complejo desafío político para los Verdes. El debate en materia de seguridad nos obliga, sin duda, a lidiar con cuestiones difíciles, aunque existenciales. Pero no se trata de defensa y políticas verdes, o de aceptar “disciplina y castigo” a cambio de garantizar unas libertades individuales cada vez más frágiles. En la actualidad, se trata de convertirse en una fuerza del cambio, jugando un papel tranquilizador y que nos ayude a liberarnos de la obsesión con la “sociedad de riesgo” y de la permanente ansiedad sobre cómo “gestionar” una multitud de amenazas e incertidumbres. Se trata de establecer una amplia visión positiva de la seguridad, que no sea ingenua sino honesta. Una visión decidida y concreta para responder a la rabia y el miedo legítimos que caracteriza a nuestras sociedades.

Para los Verdes en Europa el desafío es cambiar los términos del debate, para que la seguridad y la protección no se asocien al nacionalismo introspectivo y a los peligros de una “sociedad vigilada”. Porque la seguridad no es solo otra “cuestión político” más. No se puede restringir a los asuntos políticos o relativos a la inmigración, ni reducir a las emociones irracionales que justifican los estados de emergencia, los muros, los alambres de espino y el control generalizado. Este debate, monopolizado por las políticas del miedo y sus elocuentes oradores, gira en torno a un proyecto retrógrado para conformar  identidades internas y  estados de ánimo nacionalistas; la promesa de un futuro, pero un futuro carente de perspectivas. Hay mucho en juego y lo que esperamos ganar es vital: una visión para la sociedad con la seguridad como elemento fundamental, una visión colectiva por la que los ciudadanos puedan luchar.

El enfoque intersectorial de esta edición, aunque no pretende cubrir de forma exhaustiva todos los temas, subraya la ubicuidad de los problemas relativos a la seguridad en los programas políticos actuales y futuros de los Verdes. En todos los artículos de esta edición se pone de manifiesto el resquebrajamiento de las sociedades europeas, desde el lugar que ocupa la UE en el mundo hasta los riesgos que se afrontan en la región del Mar Báltico, desde el terrorismo hasta la afirmación de los valores progresistas contra el populismo nacionalista, desde la tecnología, la alimentación, el clima y la seguridad energética hasta los temas domésticos y la prevención, desde las políticas identitarias hasta los aspectos económicos del miedo y la vigilancia, desde los sistemas de bienestar hasta la inestabilidad social, desde la banalidad de la generalización de la violencia doméstica a la brutal injusticia que afrontan las minorías. Los Verdes y los progresistas tenemos la obligación de responder a estas oleadas de miedo y peligro con un discurso de esperanza, y con políticas que pueden integrar en profundidad seguridad y protección de forma positiva.

En una Europa con un panorama político cambiante, el futuro de la Unión, y también el de los Verdes en 2019, tendrá mucho que ver con la cuestión de la seguridad. Seguridad y protección son un elemento fundamental del pacto democrático entre los valores de libertad y solidaridad. Los Verdes debemos aprovechar esta oportunidad, por toda su carga emocional y retos de comunicación, y proclamar, alto y claro, su mensaje progresista pro europeo. Una política de esperanza para vencer a la política del miedo.