Ante el posible regreso de Donald Trump a la Casa Blanca, la UE está reconsiderando su política exterior y avanzando hacia una independencia estratégica de EE. UU. en materia de defensa. Sin embargo, la misión naval Aspides en el mar Rojo ha supuesto un paso en falso. 

El 19 de febrero, la UE lanzó la misión naval Aspides para proteger los buques mercantes de los asaltos hutíes. Los hutíes han reivindicado más de treinta ataques con drones y misiles desde noviembre de 2023 en represalia por la guerra de Israel en Gaza. Aspides, que contaba inicialmente con una flota de tres fragatas, evidencia el afán de la UE por proteger sus intereses comerciales en una de sus principales arterias vitales, ya que casi el 40 % de su comercio con Oriente Medio y Asia pasa por el mar Rojo

La misión también refleja la intención del bloque de ganar autonomía estratégica respecto a EE. UU. La Unión Europea decidió actuar de forma independiente a pesar de que ya existe una coalición encabezada por Washington y formada por unos 20 países, entre los que se incluyen Estados miembro de la UE como Dinamarca y Países Bajos, con el objetivo de garantizar la seguridad de la navegación en el mar Rojo. La posible reelección de Donald Trump y su postura crítica hacia la OTAN están motivando a la UE a replantearse sus ambiciones militares. 

Al intervenir para defender sus intereses comerciales sin exigir activamente y con contundencia un alto al fuego en Gaza, la UE no consigue desmarcarse de EE.

No obstante, al intervenir para defender sus intereses comerciales sin exigir activamente y con contundencia un alto al fuego en Gaza, la UE no consigue desmarcarse de EE. UU. ni abordar el problema raíz de la inestabilidad en el mar Rojo. Y lo que es peor, se expone a la ola de antioccidentalismo que se está extendiendo por los países árabes. Este descontento, sumado al entendimiento limitado que la UE tiene de las enrevesadas dinámicas del mar Rojo, hacen que la misión sea mucho más arriesgada. La región es una bomba de relojería geopolítica donde hasta las intervenciones de menor calado podrían desencadenar unos efectos secundarios considerables. 

El efecto del mar Rojo

Para los hutíes, la milicia que controla las zonas más pobladas de Yemen (incluida la capital, Saná), la escalada bélica es una táctica de supervivencia. Sus represivos métodos de gobierno estaban generando un malestar cada vez mayor en el pueblo yemení, pero su enérgica oposición a Israel en los últimos meses ha impulsado su popularidad tanto en Yemen como en todo Oriente Medio

Los ataques hutíes han alterado considerablemente el comercio en el mar Rojo, provocando un descenso de hasta un 40 % en el volumen general de tráfico comercial que pasa por el canal de Suez. Varios sectores de la economía europea se han visto directamente afectados. La cadena de suministros automovilística, por ejemplo, ha recibido un duro golpe; varias plantas industriales han anunciado el cese temporal de su producción debido a los retrasos en el suministro de piezas de automóviles procedentes de Asia. 

El sector energético también está atravesando serias dificultades. A mediados de enero, QatarEnergy, la segunda mayor exportadora de gas natural licuado, dejó de enviar sus metaneros a través del mar Rojo para contemplar otras rutas alternativas hasta Europa, uno de sus mayores clientes. Algunas empresas navieras han redirigido sus buques por el cabo de Buena Esperanza, en el sur de África, lo que supone alrededor de diez días más de navegación y un coste adicional de hasta 1 millón de dólares por cada viaje de ida y vuelta. Los precios de los seguros también están aumentando. Esta situación no sólo supondrá retrasos en los envíos a Europa, sino también unos precios finales más altos, que seguramente empeorarán la inflación. 

Teniendo en cuenta estas circunstancias, no es de extrañar que la UE haya decidido intervenir. Pero, ¿acaso desplegar buques de guerra es una estrategia sensata? 

Peces más gordos 

A diferencia de EE. UU. y China, Europa tiene un papel secundario en el mar Rojo, ya que carece de bases militares o relaciones sólidas en materia de seguridad que puedan proporcionarle información vital sobre el territorio y algo de legitimidad. 

EE. UU. sigue siendo la presencia militar más poderosa en la región. Tiene una base militar en Yibuti, y su potencia naval patrulla el área para garantizar una navegación segura y combatir la piratería. Los EE. UU. también mantienen desde hace décadas una estrecha relación con países como Arabia Saudí, Egipto e Israel en cuanto a seguridad y suministro de armas. 

Aunque China tiene una presencia militar menor que la de EE. UU., su influencia es cada vez mayor. Gran parte de su comercio con la UE pasa por el canal de Suez, lo que convierte al mar Rojo en un punto de tránsito clave. Pekín ha mantenido una presencia naval permanente en el golfo de Adén desde 2008 y en 2017 estableció su primera base militar de ultramar en Yibuti. 

Antes de la crisis actual, la mayor operación europea en el mar Rojo era la operación Atalanta, lanzada en 2008 en la costa somalí para prevenir los ataques piratas a los buques mercantes y comerciales. En 2022 se decidió extender la misión hasta diciembre de 2024, ampliando su alcance más allá de la disuasión de la piratería para incluir el embargo de armas de la ONU en Somalia, la reducción del tráfico de drogas y el apoyo a la lucha contra el grupo militante islamista Al-Shabaab. 

Incluso en el aspecto diplomático, la estrategia de la UE en el mar Rojo es menos exhaustiva que en otras partes del mundo. Tiende a categorizar los países del mar Rojo en función de aspectos divisiones continentales (África y Asia) o de origen étnico, tales como su cooperación con la Liga Árabe. Aun así, en el mar Rojo existen unas dinámicas complejas y volátiles, donde las crisis se interconectan con los intereses de las potencias regionales. Intervenir en la región sin comprender la profundidad de este entramado entraña el riesgo de exacerbar las tensiones. 

Un círculo vicioso 

Un ejemplo ilustrativo de estas crisis interconectadas es la coincidencia del resurgimiento de la piratería con los ataques hutíes. Hay quien sospecha de una posible colaboración entre ambos grupos. También es posible que al reorientar las operaciones contra la piratería hacia la amenaza hutí se haya creado un vacío de seguridad en la costa somalí que los piratas han aprovechado para retomar sus actividades. 

El rápido resurgimiento de la piratería sugiere que el problema nunca fue atajado de raíz y podría alterar aún más el comercio internacional. Los piratas también podrían ayudar a Al-Shabaab a reunir recursos financieros o a introducir armas y munición de contrabando en Somalia (ya fueron objeto de acusaciones similares en 2017). Para complicar aún más el panorama, en los últimos años Al-Shabaab ha estrechado lazos con Irán, otra potencia clave en el mar Rojo y defensora de los hutíes. El grupo somalí suministra uranio a Irán para su programa nuclear a cambio de apoyo material y logístico. 

Teherán se ha expresado en contra de las acciones de Israel en Gaza con contundencia y, al parecer, está enviando a los hutíes armas cada vez más sofisticadas como inhibidores de drones y proyectiles de largo alcance, así como componentes de misiles. Todo esto está perpetuando un círculo vicioso de destrucción en el que Irán refuerza a los hutíes, los hutíes refuerzan a los piratas somalíes, y así sucesivamente. 

Potencias regionales

Irán planea utilizar su influencia en el mar Rojo para proyectar sus intereses en Oriente Medio y África. Durante la última década, Irán ha expandido su actividad naval en el mar Rojo y el canal de Suez y ha consolidado su presencia en Puerto Sudán. Teherán considera a los países y agentes africanos como aliados en la lucha contra la colonización occidental. Al-Shabaab es tan solo un ejemplo (entre muchos). 

Teherán ya ha rechazado el llamamiento por parte de EE. UU. y Reino Unido para poner fin a su apoyo a los hutíes, alabando a la milicia armada por sus “valientes acciones”. El embajador de Irán en Bélgica también ha condenado a la UE y a EE. UU. por su “doble moral respecto a la incesante guerra genocida que el régimen israelí inflige sobre la asediada franja de Gaza”. 

La guerra de Israel en Gaza está alejando a Europa de Irán cada vez más. En noviembre de 2023, el alto representante de la UE, Josep Borrell, se reunió con los dirigentess de Arabia Saudí, Catar y Jordania, pero no omitió a Irán. La UE también ha considerado aplicar sanciones más severas para Irán por su apoyo a Hamás. Ahora bien, es probable que Teherán considere la misión de la UE en el mar Rojo como una injerencia injustificada.

Con tantas cuestiones en juego, la misión Aspides de la UE podría agravar las tensiones existentes.

Arabia Saudí, que suele estar más alineada con los poderes occidentales, tampoco parece acoger la presencia europea en el mar Rojo. Riad se ha posicionado silenciosamente al lado de Irán respecto a los ataques hutíes. Por un lado, esto podría ser un reflejo de la opinión pública saudita, que se opone enérgicamente a las acciones de Israel en Gaza, y, por otro, podría ser un intento de avanzar en la reconciliación con Irán y con las delicadas negociaciones de paz con los hutíes. A pesar de sus estrechos vínculos con EE. UU., Arabia Saudí se ha posicionado contra la intervención de Israel en Gaza. El príncipe heredero Mohammed bin Salman ha pedido el cese de la exportación de armas a Israel y ha anulado el acercamiento diplomático con Israel que la EE. UU. había facilitado. 

A Arabia Saudí le interesa asegurar la paz en el mar Rojo para llevar a cabo su Vision 2030, un marco estratégico diseñado para reducir su dependencia del petróleo y diversificar la economía. El desarrollo de las infraestructuras turísticas en el mar Rojo con el fin de atraer visitantes internacionales es un factor esencial para Vision 2030, pero esto no será posible mientras haya conflictos activos en la región. 

El camino a seguir 

Con tantas cuestiones en juego, la misión Aspides de la UE podría agravar las tensiones existentes. Es más, tal como demuestra el índice de piratería del mar Rojo, las cuestiones que no se atajaron de raíz en su momento resurgen con rapidez. En este caso, exigir un alto al fuego inmediato en Gaza y tomar una postura firme contra las acciones de Israel sería una manera de atajar la causa principal de la inestabilidad a la vez que se reafirma la autonomía estratégica respecto a los EE. UU. en la región. De este modo, la UE también demostraría su compromiso con los valores que profesa, dándoles prioridad respecto a la protección de sus intereses comerciales. Dicha postura calaría en los países árabes, ayudando a la Unión Europea a afianzar su posición en Oriente Medio. 

La UE tiene varias herramientas a su disposición para lograr estos objetivos. Como el mayor socio comercial de Israel, podría ejercer cierta influencia sobre el gobierno de Netanyahu mediante la revisión del Acuerdo de Asociación de la Unión Europea con Israel o la imposición de sanciones específicas, por ejemplo. 

Bruselas también debería presionar a los Estados miembro de la UE para que interrumpan la venta de armas a Israel. El gobierno de Italia afirmó haber puesto fin a la exportación de armas el 7 de octubre, pero los principales países exportadores como Alemania y Francia no han seguido su ejemplo, lo que revela las discrepancias que existen en la UE sobre la situación en Gaza. Sin embargo, la incapacidad de tomar acciones decisivas aviva el sentimiento antieuropeo en la zona del mar Rojo, dejando así a la EU en aguas turbulentas.