Se necesita una reforma radical para que la agricultura europea sea económicamente sostenible y ambientalmente soportable. Sin embargo, el mayor lobby agrícola de Europa, el Copa-Cogeca, se opone a cualquier política contraria a los intereses de los grandes terratenientes. En este período previo a las elecciones europeas y frente a las manifestaciones del sector en toda Europa, hay un electorado al que los políticos conservadores están especialmente interesados en cortejar: los agricultores.

Cuando el Partido Popular Europeo (PPE), de centroderecha y mayor grupo del Parlamento Europeo, intentó (sin conseguirlo por un escaso margen)  que se rechazara la Ley de Restauración de la Naturaleza, citó a los agricultores y la seguridad alimentaria como razones para su oposición. En su discurso sobre el Estado de la Unión de septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen -miembro del PPE ella misma- se esforzó en mostrar su aprecio por los agricultores, pero evitó mencionar la estrategia “De la Granja a la Mesa” (F2F), que es el principal esfuerzo de la Comisión para hacer que la agricultura sea más justa y sostenible. El PPE se presenta como el partido de los agricultores y parece dispuesto a cuestionar y oponerse a cualquier intento de frenar los impactos adversos de la agricultura en los ecosistemas. 

De los más de 400 millones de electores con derecho a voto en la UE, solamente unos nueve millones, en torno al dos por ciento, trabajan en la agricultura. Pero los políticos consideran cruciales sus votos. Esto es así no solo porque los agricultores son extremadamente propensos a manifestarse sino también por la imagen muy positiva con que cuentan los agricultores en toda Europa como guardianes de las tradiciones rurales y del patrimonio cultural y también como proveedores de nuestro sustento cotidiano. Esto significa que una parte mucho más amplia del electorado simpatiza con ellos y se identifica con su causa, lo que hace que formen una poderosa fuerza electoral. 

No hay duda de que es necesario apoyar a los agricultores. Su existencia es fundamental para la seguridad alimentaria a largo plazo y, en última instancia, para la prosperidad de Europa. Pero, desgraciadamente, la agricultura europea se encuentra en una situación desesperada. A pesar de que la agricultura es la máxima partida presupuestaria de la UE, que desembolsa decenas de miles de millones de dinero público al año, el bloque ha perdido tres millones de agricultores en la última década. Ese es un ritmo de 800 agricultores que abandonan la profesión cada día. Aún más preocupante es que no están siendo reemplazados: la edad media de un agricultor europeo es ahora de 57 años. Estas estadísticas se remontan a la década de 2010 a 2020, antes de que la guerra a las puertas de Europa entre dos superpotencias agrícolas ejerciera más presión sobre los productores de alimentos que, desde entonces, vienen luchando contra el rápido aumento de los precios de insumos como piensos, fertilizantes y pesticidas. 

A pesar de que la agricultura es la máxima partida presupuestaria de la UE, que desembolsa decenas de miles de millones de dinero público al año, el bloque ha perdido tres millones de agricultores en la última década.

En los últimos dos años, los agricultores europeos también se han visto gravemente afectados por múltiples fenómenos climáticos extremos, desde sequías y olas de calor hasta inundaciones e incendios forestales, que han dañado granjas y diezmado cosechas. Para empeorar las cosas, los científicos han advertido inequívocamente que es probable que el clima extremo empeore y amenace la producción de alimentos. Es imperativo que la agricultura no sólo mitigue su incidencia en el cambio climático, advierten los científicos, sino que también se adapte y sea resistente a estos desastres, así como a los cambios más sutiles en las pautas de puesta en explotación de los cultivos y los modelos pluviométricos. Sin embargo, el grupo de presión agrícola y los políticos que deberían preocuparse por la viabilidad continua de la agricultura europea parecen decididos a resistirse a cualquier reforma o cambio en el estado actual de las cosas. 

Afirmaciones engañosas 

Esto puede quedar parcialmente explicado por el dominio de Copa-Cogeca, el más antiguo grupo de presión agrícola, que es también el de mayor tamaño y poder en Europa. Esta organización se estableció en 1959 a la entrada en vigor de la Política Agraria Común (PAC) de la UE, que a su vez se había fundamentado en el ideal de posguerra de que Europa no debía volver a sufrir hambrunas. Empezó como movimientos separados representantes de la agricultura (Copa) y las cooperativas (Cogeca) y ambas organizaciones se fusionaron a principios de los años sesenta del pasado siglo. Entre sus miembros se encuentran muchos de los principales sindicatos agrícolas de ámbito nacional y, con el transcurso de los años, Copa-Cogeca se ha autoproclamado como la voz de los agricultores y las cooperativas agrícolas europeos en Bruselas. 

Copa-Cogeca afirma que representa a más de 22 millones de agricultores y sus familias, lo que de acuerdo con datos de la Comisión Europea representaría la totalidad del sector agrícola europeo. Sin embargo, tal afirmación tiene más de deseo inalcanzado que de realidad tangible, tal como otros periodistas y yo misma hemos revelado con nuestra investigación llevada a cabo durante meses con Lighthouse Reports, una organización periodística de investigación sin fines de lucro. 

Las entrevistas con cerca de 120 agricultores, personas introducidas en el sector, políticos, académicos y activistas, así como una encuesta entre 50 filiales de Copa-Cogeca, plantean serias dudas sobre las afirmaciones del grupo de presión en cuanto al número de sus componentes y su legitimidad dentro de la comunidad agrícola. 

En Rumanía, que tiene el mayor número de explotaciones agrícolas con casi 2,9 millones de ellas, un total de 3.500 agricultores están representados por una alianza de cuatro sindicatos que son miembros de Copa-Cogeca, de acuerdo con sus propios comunicados de prensa y entrevistas. En Polonia, en torno a 1,3 millones de agricultores son nominalmente miembros de KRIR una organización afiliada a Copa-Cogeca y que recibe considerables sumas de dinero de los contribuyentes, pero que no lleva registro o historial alguno de a quienes representa. La Oficina Superior de Auditoría del país concluyó en 2021 que “debido a la falta de registros históricos, las cámaras agrícolas no tenían conocimiento de todos los miembros cuyos intereses se suponía que debían representar”.  

En Dinamarca, el único miembro de Copa-Cogeca es el Consejo Danés para Alimentos y Agricultura (L&F en danés). Sus memorias anuales de 2016 y 2021 presentaban un crecimiento de 5.000 agricultores en su membresía, un curioso desarrollo que parece ir en contra de las estadísticas tanto europeas como nacionales. El sindicato se negó a dar una plena explicación de su creciente membresía, pero su última memoria anual rebajó completamente este número. España tiene probablemente el conjunto de datos más completo de entre todos los países que fueron investigados. Incluso allí, los tres sindicatos agrícolas que son miembros de Copa-Cogeca representan, entre los tres, solamente al 40 por ciento de los agricultores del país. 

Poder sin representación 

La impresión arraigada desde hace mucho tiempo de que Copa-Cogeca es el árbitro de lo que los agricultores europeos necesitan y quieren se basa en datos poco fiables, infundados y opacos. Además, los pequeños agricultores no se sienten representados. “Las decisiones pasan por los grandes países, los grandes agricultores, los grandes sindicatos… No hay igualdad”, afirmó Arünas Svitojus, presidente del Sindicato Lituano y miembro del LR ZUR de Copa. 

Otros miembros actuales y ex miembros, así como expertos en la materia, también afirmaron que Copa-Cogeca representa mayormente los intereses de los grandes agricultores industriales y las cooperativas, pero en nada a los pequeños y medianos agricultores que componen el grueso de la agricultura europea. De acuerdo con Eurostat, de los 9,1 millones de explotaciones agrícolas existentes en la UE en 2020, el 63,8 por ciento tenía menos de cinco hectáreas y al menos el 75 por ciento tenía menos de 10 hectáreas. A pesar de esto, Copa-Cogeca sigue disfrutando de una cómoda relación con las tres instituciones que en la UE constituyen el núcleo de la formulación de políticas agrícolas: la Comisión, el Parlamento y el Consejo. En un artículo de 2019 sobre los subsidios a la agricultura, el New York Times dijo que los líderes europeos han tratado históricamente a Copa-Cogeca “no como meros receptores de dinero público, sino como socios en la formulación de políticas”. 

El poder sin representación puede llevar a políticas sesgadas para beneficiar a los pocos que recorren los pasillos del poder en Bruselas, en lugar de a los millones de agricultores que trabajan duro en los campos.

Copa-Cogeca es el único grupo invitado a reunirse y dialogar con el presidente del Consejo antes de cualquier reunión de los ministros de agricultura de la UE. Copa-Cogeca tenía también el mayor número de escaños en los grupos de diálogo civil que ayudan y asesoran a la Comisión. La estructura de estos grupos ha sido reformada recientemente, pero algunas fuentes afirman que Copa-Cogeca sigue dominando los debates. Personas afines a la Comisión hablaron también de un “entendimiento mutuo” entre DG AGRI, la rama de la Comisión responsable de la política agrícola, y Copa-Cogeca. 

En correos electrónicos a los miembros del Parlamento de la UE, Lighthouse Reports descubrió que el grupo de presión hacía detalladas sugerencias sobre cómo votar en una determinada pieza legislativa y sobre la clase de enmiendas que se deberían introducir. Un miembro del Parlamento Europeo ha llegado a considerar que la correspondencia de Copa-Cogeca era una amenaza velada. 

Esta relación amistosa y de bucle cerrado entre el legislativo, el ejecutivo y los grupos de interés en Bruselas que tienen un férreo control sobre la formulación de políticas agrícolas ha sido denominada “El Triángulo de Hierro”. El poder sin representación puede llevar a políticas sesgadas para beneficiar a los pocos que recorren los pasillos del poder en Bruselas, en lugar de a los millones de agricultores que trabajan duro en los campos. 

En el pasado año (2023), Copa-Cogeca se ha valido de su posición para oponerse a las reformas medioambientales propuestas por el Pacto Verde Europeo y la Estrategia De la Granja a la Mesa, incluyendo el exitoso sabotaje de una ley destinada a recortar el uso de pesticidas, frustrar los esfuerzos para exigir que las explotaciones agrícolas a gran escala reduzcan las emisiones nocivas e intentar desbaratar una ley que restauraría los ecosistemas europeos. Su presión también retrasó la rotación de cultivos y los requisitos de tierras en barbecho a tenor de la PAC. Además, está en contra de vincular las subvenciones agrícolas a los resultados medioambientales. Lo más importante es que no quiere poner un límite a la cantidad máxima de dinero que puede obtener una explotación agrícola a tenor de la PAC, que hasta ahora ha beneficiado a los grandes terratenientes a expensas de los pequeños y medianos agricultores. 

Agricultores privados de sus derechos 

Esto tiene como efecto el privar de sus derechos a la clase de agricultores jóvenes y comprometidos que Europa necesita desesperadamente y, al mismo tiempo, perpetuar el círculo vicioso de que sean más  los agricultores que abandonan la agricultura que los que se incorporan a ella. Como Tijs Boelens, ex activista y trabajador social que ahora cultiva verduras orgánicas, variedades de trigo y cebada indígenas en Flandes. “Nadie se fija en nosotros. No contamos para nada porque no tenemos dinero”, me dijo durante una llamada de Zoom aprovechando un descanso de la tarde. Es palpable su enfado por las políticas a nivel regional, nacional y de la Unión Europea, que según él están muy centradas en la agricultura intensiva, industrial y a gran escala. 

Como Katja Temnik, una ex estrella del baloncesto convertida en herbolaria y agricultora biodinámica, quien durante la conferencia anual que la UE celebró en Bruselas sobre el futuro de la agricultura advirtió a los parlamentarios, burócratas, cabilderos y agricultores allí reunidos que el creciente énfasis en la producción de alimentos impulsada por la tecnología era un error. Temnik afirmó que quienes toman las decisiones “están completamente aislados de la realidad o de lo que necesitan y sienten las personas que realmente viven y trabajan con la tierra”. 

Como David Peacock, fundador de la afamada Erdhof Seewalde, una explotación ganadera mixta de 111 hectáreas en el norte de Alemania, que se siente desconectado de los sindicatos agrícolas como el Copa-Cogeca porque “la forma en que cultivan y todo lo que hacen está destruyendo el planeta”. Y añade: “Sé que es posible trabajar de otra manera. Por eso soy bastante crítico con lo que están haciendo y con las estructuras que hay detrás de todo esto”. 

Como Jean Mathieu Thevenot y su amigo, jóvenes ingenieros que han creado una explotación agrícola en el País Vascofrancés como “una opción política” para proclamar que “la agricultura industrial es una gran parte del problema en la mayoría de las cuestiones ecológicas a que nos enfrentamos”. “Necesitamos cambiar la forma en que cultivamos”. “La mayoría de los jóvenes agricultores que conozco y con los que trabajo”, añade Thevenot, “están desconectados y en completo desacuerdo con la visión del Copa-Cogeca, que tiene mucho poder en la UE pero aboga por mantener las cosas como están y a favor de la agricultura industrial”. 

Aunque no todos los agricultores están predispuestos a cambiar sus prácticas, muchos sí lo están – en especial si ello les permite obtener un beneficio razonable.

Como Bogdam Suliman, un trabajador de los servicios públicos de Rumania que se pasó a la agricultura para ayudar a sus progenitores y que está siguiendo un rumbo muy distinto al de sus vecinos de mayor edad que le aconsejaron que utilizara tantos fertilizantes y pesticidas como pudiera. Él está tratando de volver a crear un ecosistema sostenible que no necesite productos químicos para controlar las plagas o aumentar la productividad. “Necesitamos una mentalidad diferente”, dice. 

Aunque no todos los agricultores están predispuestos a cambiar sus prácticas, muchos sí lo están – en especial si ello les permite obtener un beneficio razonable. La investigación demuestra que esto es una perspectiva realista. Si De la Granja a la Mesa se pone en práctica cuidadosamente, muchos agricultores están en situación de salir ganando y solamente algunos saldrán perdiendo. Pero esto requiere un decidido conjunto de medidas y unos representantes valerosos y con visión de futuro para los agricultores europeos. 

Por eso son tan preocupantes la falta de representación del Copa-Cogeca y el posicionamiento del PPE como “partido de los agricultores”. Si estos dos grupos, los más grandes y poderosos de Bruselas, continúan resistiéndose a cualquier modificación de la forma en que producimos, consumimos y desechamos alimentos, no les harán ningún favor ni a los agricultores que quieren cambiar ni a los consumidores que necesitan alimentos saludables y asequibles que no arruinen el planeta. En última instancia, esto socavará la agricultura europea y la capacidad del continente para alimentar a sus pobladores. 

Este artículo es parte de la serie “Partiendo el Pan: Los sistemas Alimentarios e Hídricos Bajo Presión. El proyecto está organizado por el Green European Journal con el apoyo de Eurozine, y gracias al apoyo económico del Parlamento Europeo a la Green European Foundation. El Parlamento de la UE no es responsable del contenido de este proyecto.