Cuando el primer vicepresidente Timmermans anunció en mayo las propuestas para prohibir algunos plásticos de un solo uso en el mercado europeo, significó un giro radical respecto a su oposición inicial en 2014 a las propuestas referidas a las bolsas de plástico desechables. Y aunque parezca que la EU ha reaccionado en relación al uso de los plásticos de una forma más avanzada de lo que se pronosticaba, sus propuestas representan sólo pequeños avances en el largo camino para cambiar nuestra relación con este material y por ello aún hay muchas incertidumbres sobre cómo será “la nueva economía de los plásticos”. Aunque hay un acuerdo generalizado sobre la importancia del tema, establecer el camino a seguir es complicado.

Plásticos: lo que sabemos y lo que no

Un factor determinante en las medidas sobre los plásticos ha sido el aumento de conocimiento sobre el tema. Los estudios sobre basura marina han ayudado a mostrar de forma clara el origen industrial de los plásticos y dónde finalmente acaban en el medio ambiente. Los análisis de los datos sobre los plásticos han evidenciado que de los 6.300 millones de toneladas de plásticos producidos en todo el globo entre 1950 y 2015, el 79% están depositados en los vertederos o esparcidos en el medio natural. En la UE, el mercado del plástico está saturado, el consumo per cápita es de los más altos -se cifra en 100 kg por persona al año- y sólo algo más del 30% es recogido y reciclado.

La contaminación más importante proviene de actividades terrestres, aunque las marinas -como la pesca y el transporte por mar-, también contribuyen significativamente. Los plásticos de un solo uso -aquellos diseñados para ser utilizados solo una vez con ciclos de vida muy cortos- son especialmente problemáticos, ya que apenas se reciclan y la mayoría acaba entre las basuras. Los microplásticos (partículas menores de 5mm) implican un riesgo específico por lo fácilmente que se incorporan al medio natural y su ingesta por parte de los animales en libertad, además de por la casi total imposibilidad de su recogida. Los impactos de los plásticos sobre la biodiversidad ya están bien documentados. Más de 800 especies se han visto afectadas negativamente por desechos marinos, incluyendo a más del 40% de los cetáceos, entre otros las ballenas.

Sin embargo, aún queda mucho por entender. Hay incertidumbres en la información sobre los flujos globales de la basura de plásticos y cómo son tratados, incluyendo Europa. En un reciente foro mundial de la OCDE sobre plásticos, un experto señaló que a menudo las informaciones de los estados miembros sobre reciclaje contabilizan lo que se recoge “para reciclar”, no lo que se recicla y que la transformación de plásticos en nuevos productos seguramente es el 50% menos del que señalan las cifras. Investigaciones sobre los datos de Gran Bretaña sugieren que las cifras de reciclaje están sobredimensionadas aproximadamente en un tercio. Elaborar métodos fiables de seguimiento e información de los flujos de materiales será esencial para implementar la estrategia sobre plásticos de la UE aprobada en enero de 2018. Además, métodos de cálculo más estrictos en la revisada directiva sobre residuos deberían ayudar a mejorar la calidad de los datos sobre reciclaje. Recientes análisis de la FAO muestran que de las especies con presencia de microplásticos, el 55% son importantes en el sector de la piscicultura. Para acabar, recordar que otros aspectos como los riesgos asociados a los nano-plásticos y la presencia de plásticos en los suelos aún no han sido estudiados.

El rol de Europa en un fenómeno global

Una crítica común a los recientes movimientos de la UE es el intento de señalar que terceros países con infraestructuras de tratamiento de residuos menos desarrolladas contribuyen más que la UE al problema de la contaminación por plásticos. Un estudio muestra que 10 ríos en Asia y África aportan entre el 88% y el 95% de la contaminación marina. Frente a esto, debemos recordar que Europa contribuye anualmente a la contaminación marina con una cantidad que oscila entre las 150.00 y las 500.000 toneladas y que el Mediterráneo es uno de los mares más afectados del planeta con 700 toneladas de plástico vertidas diariamente. Además, Europa es uno de los líderes globales en la producción de plásticos (20% de los 280 millones de toneladas producidas en 2016). Las grandes marcas europeas comercializan productos, incluyendo botellas de bebidas y bolsas, en mercados donde el tratamiento de residuos o no existe o es muy incipiente. Además de estos productos elaborados, Europa exporta residuos plásticos a todo el globo. En los últimos años, muchos estados miembros han llegado a exportar la mitad de los plásticos recogidos para su reciclaje, especialmente a China, representando el 37% de las exportaciones mundiales de residuos plásticos en 2016, con un valor de 2.68 mil millones de dólares USA. Las restricciones chinas a la importación de dichos residuos desde enero de 2018 hacen emerger la cuestión de dónde irán a parar unos 111 millones de toneladas en el año 2030.

Además de prevenir la salida de sus propios residuos, Europa puede liderar la gestión de los plásticos reconociendo su posición en la cadena global de suministros y ayudando al desarrollo de las infraestructuras en aquellos lugares donde nuestros productos son comercializados. Algunos gobiernos europeos, incluyendo el reciente compromiso del Reino Unido en la Commonwealth, han empezado a involucrarse en dichas inversiones. Además, algunas iniciativas del sector privado, como el recientemente formado grupo Circulate Capital, quieren proveer fondos a los mercados emergentes. En cualquier caso, las inversiones siguen siendo insuficientes para hacer frente a la escala de los impactos y sufragar las infraestructuras necesarias.

Exonerar a Europa porque los retos son mayores en otras regiones es ignorar la realidad de las cadenas de suministros globales de plásticos y las oportunidades que existen para ser líderes mundiales en esta cuestión.

Creando un mercado para los residuos

Las cuestiones económicas de los plásticos son un factor clave de la contaminación pero también están ayudando a definir las políticas europeas sobre el tema. De un lado, el bajo precio de los plásticos vírgenes, unido a los precios del crudo, permite su uso masivo e ineficiente, creando además una barrera al plástico proveniente del reciclado ya que o es más caro o de inferior calidad o ambos. De otro lado, el plástico como material y como generador de residuos representa una importante carga económica que no se ve reflejada en los productos finales. En el caso del embalaje, se considera que la gran mayoría solo se utiliza una vez y que el 95% de su valor desaparece con el primer uso, lo que representa una pérdida económica global anual de unos 100 mil millones de euros.

La basura originada por los plásticos también representa una carga económica para un amplio abanico de sectores como el turismo o la pesca, así como para las ciudades que tienen que hacer frente a los costes de la recogida. Un estudio de la UNEP, estima que los costes anuales a nivel mundial para el medio natural asociados a las basuras de plásticos suman unos 65 mil millones de euros. Con respecto a las últimas propuestas, los beneficios económicos de la acción respecto a la pasividad en esta cuestión están demostrados en el estudio de impacto de las medidas sugeridas por la Comisión en relación a los productos de plástico de un solo uso, estimándose en unos 6,5 mil millones de euros los beneficios para los consumidores. Además de prohibiciones para determinados productos, las propuestas plantean el uso de la responsabilidad completa del productor (EPR) y el sistema de depósito (DRS) para los plásticos. Las medidas sobre el mercado son las vías efectivas para implementar las políticas de corrección de externalidades de los plásticos y están siendo utilizadas en una gran variedad de productos. El éxito del impuesto en Irlanda sobre las bolsas de plástico está siendo ampliamente citado y copiado.

Los embalajes de plástico para el sector alimentario representan el 20% del total de la demanda.

Los sistemas EPR son promovidos en las estrategia contra el plástico. Estos sistemas, ya en marcha en 26 estados miembros, varían significativamente en su diseño y éxito pero en general cobran a los productores por introducir embalajes de plástico en el mercado. La gradación de las tasas respecto al impacto ecológico es una vía para fortalecer los EPR, ya que implican diferentes niveles de contribución en relación al grado de complejidad del reciclaje de los productos -por ejemplo, tasando más a los productores por utilizar colorantes problemáticos que rompen los sistemas de reciclaje tales como el carbón negro, como hace la empresa Citeo en Francia

Los sistemas EPR tienen un gran potencial y son muy efectivos para recuperar los costes de la gestión de residuos pero también tienen riesgos. Los EPR dependen de los ingresos provenientes de los productores cuando éstos introducen nuevos productos en el mercado. En este sentido, los EPR son una herramienta poco útil para prevenir los residuos y promover la reutilización que es lo que necesitamos para reducir la intensidad en el uso de material en el conjunto de la economía. En Bélgica, en acalorados debates políticos, se han considerado los sistemas EPR y DRS como competidores por este motivo.

La propuesta de la Comisión de incluir un impuesto a los plásticos en el presupuesto 2021-2027, que sería aplicado a los embalajes de plástico de un solo uso a razón de 80 céntimos por kilo, también ha sido criticada por favorecer el reciclaje y no la reducción de los desechos. Además, en Europa no se ha explotado la capacidad de introducir criterios en la contratación pública para impulsar una economía menos generadora de residuos.

Barreras químicas para el reciclaje

También debemos tener presente que hay importantes obstáculos técnicos para el reciclaje de los plásticos. A diferencia del vidrio y el metal, los plásticos no pueden ser reciclados repetidamente de forma mecánica (utilizando calor) porque las largas cadenas de polímeros poco a poco se van rompiendo. Esto significa que el reciclaje require el añadido constante de materia virgen o que productos de plástico virgen se reciclen a “la baja” en productos de menor valor, como fibras para el sector textil. Los productos químicos que se añaden a los plásticos también complican el reciclaje ya que o entorpecen el proceso de reciclado o reducen la calidad de los plásticos resultantes o (si son tóxicos) pueden suponer riesgos medioambientales y para la salud.

En general, los recicladores no acceden fácilmente a la composición química completa de los productos que recogen para el reciclaje, por lo que a veces no son capaces de determinar la composición de los materiales reciclados que introducen en el mercado. Todo ello implica que nuestra economía va a seguir viendo la introducción masiva de materia virgen sin que haya cambios significativos en la gestión de los residuos. Estos riesgos han sido muy bien señalados por la Comisión en su Comunicado sobre las opciones a tomar en relación a aspectos contradictorios de la legislación química, la productiva y la de residuos, pero aún no se sabe cómo este documento incidirá en las políticas a seguir.

En el futuro, el reciclaje químico podría representar una solución para elaborar productos de gran calidad de materiales reciclados. Sin embargo, esta tecnología aún está dando sus primeros pasos y en la práctica dependerá de una gran cantidad de energía y materiales (incluyendo la catálisis química), por lo que no está nada clara su viabilidad económica y medioambiental.

Sustituciones, innovación y riesgos

Buena parte del discurso sobre los plásticos se ha centrado en la sustitución de materiales y en reemplazar productos de plástico por otros de diferentes materiales. Los bioplásticos -tanto los orgánicos como los compostables- han recibido mucha atención. Estos productos parecen atractivos porque facilitan seguir con las mismas pautas tanto a productores como a consumidores, pero en la práctica comportan los mismos riesgos que los plásticos convencionales en relación a la contaminación marina. También implican problemas en los sistemas de tratamiento de residuos y crean falsos incentivos para consumidores confundidos por productos etiquetados como biodegradables. Aunque se ha argumentado que la producción de plásticos orgánicos – aún si se aumenta su cantidad – no competirá con la producción alimentaria, no es verdad porque no se tiene en cuenta lo limitado de las áreas donde se puede cultivar, además del aumento de la presión sobre suelos, servicios ecosistémicos, biodiversidad, etc.

La sustitución de los plásticos por otros materiales como el metal, el vidrio o el papel también implica riesgos. Las investigaciones de la propia industria del plástico han mostrado algunos de los riesgos de la sustitución de los plásticos por otros productos en bienes de consumo, por ejemplo en los embalajes, lo que implicaría un aumento en las emisiones del transporte de productos finales (en el caso del metal y el vidrio) o la presión añadida para la explotación forestal (en el caso del papel).

En cualquier caso, muy a menudo los grupos de la industria presentan evidencias contradictorias en un intento de mostrar los beneficios de su material para el medio ambiente en comparación con sus competidores.

El experto en plásticos y reciclaje, Roland Geyer ha alertado sobre un posible efecto rebote de las políticas de economía circular, si los productos “circulares” (en este caso de plástico o de otros materiales) no sustituyen a los hechos con material virgen (o de un solo uso) si no que se producen además de los que ya existen, laminando los beneficios medioambientales de dichas medidas. Hasta ahora se ha dicho muy poco sobre los potenciales beneficios de prevenir la generación de residuos y de la reducción del consumo en general. Por ejemplo, la muy publicitada campaña “pasillo libre de plástico” parece que no ha logrado su objetivo al centrarse en la sustitución de algunos plásticos por otros compostables, en vez de mostrar las oportunidad de la reutilización y de evitar el embalaje vendiendo productos a granel.

Renunciar a la conveniencia

Quizás el mayor desafío será superar o reemplazar la connivencia que tenemos con los plásticos. Un artículo en la revista LIFE de agosto de 1955, titulado “Vivir tirando, los artículos de un solo uso reducen las tareas del hogar”, mostraba a una familia rodeada de productos de un solo uso. Medio siglo después, la cultura de un solo uso se ha convertido en la norma. De todas formas, el éxito en de la tasa sobre las bolsas de plástico muestra que las políticas correctas pueden cambiar la mentalidad pública rápidamente y de forma efectiva. De igual manera, el discurso sobre la economía circular está mostrando cómo nuevos modelos de negocios pueden generar valor con la reutilización y la prevención de la generación de residuos. Un buen ejemplo es el llamado Cupclub de londres, que ofrece el servicio de repartir tazas de café.

Hay también signos de que la mentalidad está cambiando. No utilizar plásticos y vivir sin generar residuos se ha añadido a otros estilos de vida como ir en bicicleta, comer menos carne o evitar volar, aunque siguen siendo minoritarios.

La basura marina representa una poderosa metáfora de la basura sistémica de nuestra economía.

En el caso de la alimentación, los plásticos ligeros y versátiles han sido un elemento clave para facilitar las cadenas de suministro. Actualmente, los productos fuera de temporada cruzan continentes y pasan por muchos intermediarios antes de que sean preparados para los consumidores y entregados en sus puertas para el consumo final. ¿Sería esto posible sin los plásticos? Los plásticos para el embalaje de alimentos representan el 20% de la demanda total de plásticos. Diseños de embalajes cada vez más complicados también han ayudado a alargar los tiempos de consumo de los productos y a reducir las emisiones provenientes del transporte dada su ligereza, pero no han reducido el total de los residuos provenientes del sector alimentario que ha crecido al mismo ritmo que el de los embalajes.

Tiendas sin embalajes, almacenes sin residuos y cooperativas de consumo agrícola están creciendo a lo largo de toda Europa y demuestran que la reutilización de embalajes o su desaparición es posible. Sin embargo, no está claro hasta dónde pueden crecer. La venta al detalle de comida en Europa está muy concentrada en los supermercados: en cada estado miembro, cuatro o cinco grupos de supermercados venden del 50 al 80% de los comestibles. En este sentido, cuestiones como la conveniencia, los estilos de vida y cómo comemos son centrales para el futuro de los plásticos, pero rara vez son debatidas.

El camino hacia una nueva economía de los plásticos

En 1972, el economista norteamericano Anthony Downs sugirió que el interés del público en cuestiones ambientales sigue un “Ciclo de atención de problemas” con cinco fases que se inician con un arranque ascendente seguido de un descenso en la atención. Siguiendo este modelo, los plásticos están claramente en la tercera fase, “descubrimiento/entusiasmo”, que representa el momento álgido de la atención pública. Esto se ve reflejado en el entusiasmo de la Comisión por el número de entradas que ha tenido la página web sobre la estrategia de los plásticos.

La siguiente fase del ciclo, “conociendo el coste”, representa el inicio del descenso del interés público y reduce el potencial político para desarrollar nuevas políticas. Downs recomienda aplicar políticas sobre los precios finales de los productos para incrementar la aceptación de la financiación de los controles sobre la contaminación. De alguna manera, esto es lo que se ha hecho hasta ahora con las medidas propuestas sobre determinados productos, además de la tasa sobre los plásticos vírgenes. Al mismo tiempo, el discurso de la economía circular ha permitido situar los plásticos más como una oportunidad que como una carga. Muchas iniciativas “trash-to-treasure” que convierten la basura marina en nuevos productos (como por ejemplo Adidas y las camisetas de fútbol Parley del océano) son buenos ejemplos de ello -pero más allá de concienciar y de facilitar las terapias de compras con buena conciencia-, su impacto será muy pequeño.

El camino hacia una nueva economía de los plásticos puede ser una oportunidad, pero eso no significa que sea bueno para todo el mundo. La basura marina representa una metáfora poderosa de los residuos sistémicos en la economía moderna que significa que, más allá de las dificultades técnicas para cambiar nuestra relación con los plásticos, necesitamos reconsiderar nuestro modelo de crecimiento basado en el aumento del consumo y no simplemente culpabilizar a este material.