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Los seres humanos tenemos una creencia atávica que establece que siempre vamos hacia adelante, que siempre evolucionamos. En nuestras democracias, el desarrollo tecnológico ha desbordado los límites de la democracia representativa. Los ciudadanos reclaman más democracia directa. Los ciudadanos reclaman más democracia directa. Innovar en política, por consiguiente, consistiría en adaptarse a los nuevos tiempos, en redefinir la democracia en términos “técnicos”. Ya no vivimos, ni consumimos, ni participamos en la vida social y política como lo hacían nuestros padres. La democracia ya no es costosa, no depende de que estemos todos y todas en el mismo sitio, a la misma hora. Necesitamos y podemos tener herramientas del siglo XXI.

En un contexto normal, esto implicaría que los partidos políticos y los representantes públicos serían los primeros interesados en adaptarse a la nueva realidad. Sin embargo, son la principal resistencia. Son ellos, los que a día de hoy deciden y ejecutan las políticas en nombre de todos nosotros. Son el principal obstáculo para encontrar los procedimientos democráticos del siglo XXI. Esta es la primera pista que nos hace pensar que no estaos hablando de una evolución, o una adaptación de la democracia en términos “técnicos”. Estamos hablando de una disrupción.

No estamos sólo ante la decisión de si superamos o no los límites de la democracia representativa. Estamos hablando de un fallo global del sistema. Hay un cuestionamiento global de nuestro sistema político y económico en el que ninguna de sus instituciones o entidades se salva. Es un cuestionamiento que, además, desborda los marcos ideológicos tradicionales en un contexto en el que el argumento solemne de la estabilidad, ya no funciona como coartada.

Hay gente que piensa que cuando pase la crisis económica, la crisis política también remitirá. Sin embargo, tenemos que ser conscientes de que, aparte de empobrecer considerablemente a los ciudadanos y ciudadanas, la crisis ha desnudado los mecanismos del poder dejando ver lo poco democrática que es esta democracia. La enfermedad es bastante grave. La combinación, por una parte, de un mal ejercicio de la representación por parte de los partidos políticos y, por otra, de las enormes posibilidades que ofrecen las nuevas tecnologías, hacen que los mecanismos de la democracia representativa resulten ya, en la mayoría de las ocasiones, ineficaces e ineficientes y, sobre todo, frustrantes.

Espacio ciudadano de ruptura

Los tiempos han cambiado. Nos ha cambiado la tecnología y también la crisis. Y hemos llegado a un punto en que es imposible representar la sociedad del siglo XXI con herramientas y estructuras del siglo XX. Las empresas, sobre todo las PYMES, las organizaciones de todo tipo, los movimientos sociales, las causas, etc., tiene otra manera de conectar y conectarse. La sociedad, la del futuro, funciona ya con otros parámetros: asambleas ciudadanas, el crowdfounding, el networking, la Economía del Bien Común, la banca ética, los bancos de tiempo, el movimiento cooperativo, el mercado social, la economía solidaria, la Plataforma por un nuevo modelo energético, etc., nos muestran una sociedad que funciona ya con otros parámetros: con  preocupación por estándares económicos, sociales, ambientales y democráticos, con soberanía compartida, con la legitimidad que da la deliberación común y por lo tanto, con el reconocimiento de los demás. En este contexto, hay una excepción clamorosa: los partidos políticos.

Ya no existen monopolios de la representación, ni siquiera de la interlocución. Como señala Ismael Peña López (@ictlogist), profesor en la Universitat Oberta de Catalunya e investigador en el Internet Interdisciplinary Institute, “Estamos viviendo ahora mismo una transición de la política como meta a la política como proceso, de la institución como solución a la institución como caja de herramientas”[1]

De las sedes a las redes

Las formas son ya fondo e internet ha revolucionado el panorama social y político. Nuevas formas de activismo y participación se abren paso y hacen posible otra forma de entender y hacer política.

En este sentido hay ya proyectos interesantes en los que se reflexiona sobre cómo será la democracia del futuro. Son experiencias que cuestionan el hecho de que los partidos políticos detenten el monopolio de la representación y la intermediación. Democracia 4.0 es una campaña de difusión de una petición al Parlamento del abogado Juan Moreno Yagüe, miembro del equipo jurídico de DRY Sevilla[2], para exigir la implantación del modelo de votación electrónica ciudadana. Iniciativa que, por cierto, lleva más de un año esperando una contestación de las instituciones o de los grupos parlamentarios.

Openkratio es otra iniciativa de un grupo de ciudadanos y ciudadanas motivados por inculcar en la sociedad los principios del Gobierno y el Open Data. El proyecto pretende hacer comunidad para constituir un grupo de acción ciudadana, de ámbito nacional que, a través de iniciativas de difusión, participación, colaboración y desarrollo de proyectos en el espacio público y político, ayude a tejer una red de interés y transformación social para la mejora de la democracia mediante la adopción de los principios del movimiento “open”, especialmente del Gobierno Abierto y la apertura de datos públicos.

Pero también, hablamos de control ciudadano. En este sentido, ha habido multitud de iniciativas de política vigilada. Qué hacen los diputados se define como un “Parlamento de personas que sigue el trabajo de los Diputados en el Congreso”. Empezó a gestarse en junio de 2011 con un grupo de personas interesadas que la vida política que pensaron que se podían servir de las herramientas digitales para monitorizar la tarea de los políticos. El espíritu del proyecto busca acercar a los ciudadanos las decisiones políticas que les afectan, ayudar a mejorar la transparencia y conseguir la implicación de los ciudadanos en el seguimiento de la actividad de los políticos

Estamos en pleno proceso de desintermediación. Las personas demandan más democracia directa. AgoraVoting es un proyecto innovador de software libre que busca la creación de una red social ciudadana que permita el voto electrónico de manera segura y escalable. Con ellos, desde Equo, hemos desarrollado la primera experiencia de democracia directa de nuestro país y queremos seguir profundizando en esta línea de trabajo.

#Innovapolítica

Hay mucha política fuera de los partidos y de las instituciones. Política con otros enfoques, objetivos y herramientas que hacen que los que ostentan el poder en estos momentos estén a la defensiva. Pero, va a cambiar la política, está cambiando ya la forma de hacer política. Independientemente de las resistencias, todo el mundo sabe que hay otro funcionamiento institucional posible y deseable.

Debemos ser capaces de innovar en las soluciones. El mercado o el estado: sólo había dos clases de recetas entre las que parece que podemos elegir, aunque deberíamos haber aprendido ya que el mercado no asigna de manera justa recursos ni garantiza los derechos de las personas.  Y también, deberíamos saber ya que el Estado ni puede ni debe hacer las cosas en exclusividad, que hay iniciativas, talento e inteligencia colectiva que debe aprovechar. En este sentido, ya hay ciudadanos que ya “están en marcha”, que no tienen esperanza en el mercado ni esperan a que los “suyos” ganen las elecciones y les solucionen los problemas. Son los  “desobedientes” que se atreven a plantear otros modelos de empresa y de funcionamiento económico, como la Economía del Bien Común o la Economía Solidaria, o los ciudadanos que reivindican su papel soberano en el tema energético a través de la Plataforma por un Nuevo Modelo Energético o Som-Energía o los periodistas que, empujados por distintas razones, buscan el oficio de verdad a través de medios como La Marea o incluso una nueva banca ética ciudadana como Coop57. La co-creación con estos movimientos será fundamental para representar el espacio verde radicalmente democrático del futuro

También debemos ser innovadores en las herramientas. La herramienta principal que hemos tenido hasta ahora era el voto cada cuatro años. El sistema está preparado para que sólo podamos votar cada cierto tiempo y deleguemos completamente en hasta la siguiente elección. En esto es en lo  que se sustenta la opacidad, la irresponsabilidad, la corrupción, etc., apoyado en una partitocracia cerrada en la que no se selecciona al más idóneo sino al más resistente al ecosistema de los partidos.

Transparencia, rendición de cuentas, democracia directa. Hoy no es solamente posible, sino imprescindible para seguir apostando por la política como herramienta de acción colectiva. La tecnología lo permite. Pero no sólo es una cuestión de medios sino de voluntad política de afrontar el enorme desafío que tenemos por delante.

No hay desafección a la política. Hay desafección a la mentira, aun sistema que se ha puesto del lado equivocado. Como plantea Antoni Gutiérrez Rubí, “Luchemos contra la pereza y la indolencia políticas. Renunciar a explorar nuevos caminos nos aleja de nuevas soluciones. La desafección ciudadana respecto a buena parte de la política y nuestra arquitectura institucional no radica, solo y simplemente, en un juicio severo a los errores (gestión) o los excesos (corrupción), por ejemplo. La crítica más contundente está en la percepción de renuncia a dirigir. La acción es indisociable a cambiar de marcha, de dirección, de destino, de trayecto, de vehículo. La política mecanizada por los automatismos ideológicos o actitudinales es la forma más claudicante de representar y servir a la ciudadanía. ¡Por favor, más pensamiento y menos inercia! Los retos que tenemos por delante no se gestionan con pilotos automáticos, sino con auténticos pilotos”.[3]

 

Notas


[2] Democracia Real Ya en Sevilla (15M)

[3] Líderes perezosos, Antoni Gutiérrez-Rubí, EL PAÍS. 16 de octubre de 2013

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