Las ideas liberales, conservadoras y socialistas han enmarcado durante mucho tiempo el horizonte político de la opinión pública, la intelectualidad y las instituciones académicas. Sin embargo, los acontecimientos en muchas partes del mundo confirman que un nuevo ideario se ha incorporado al mismo. Los verdes personifican esta cuarta ideología, el ambientalismo, que en su acepción más amplia considera al ecologismo como movimiento político y como idea.

¿Cómo podemos describir este logro de forma más detallada y precisa? ¿Qué conclusiones pueden extraer los Verdes de él?. ¿Cómo se debería describir a sí mismo un partido verde como el alemán Bündnis 90/Die Grünen?.

Antes de contestar estas preguntas, es necesario entender cómo un nuevo concepto como el ecologismo entra en el panteón de las ideas. Los paradigmas de la modernidad no siempre fueron considerados así. No son ideales platónicos o “ídolos” eternos per se, sino que alcanzaron sus elevadas posiciones por procesos históricos seculares.

El paradigma medioambiental

El liberalismo, primogénito entre las ideas asociadas a la modernidad, fue la punta de lanza del pensamiento de la Ilustración y de una burguesía emergente. El conservadurismo vino después, a pesar de su apariencia digna y aparentemente eterna. Fue una reacción al liberalismo, a la Ilustración y a la transición a una sociedad burguesa. Puede que añorase lo antiguo, pero aún así fue una chispa dialéctica, una tenaz reflexión sobre el coste del cambio. El socialismo fue el tercero mediante una unión antagónica. Respondió a la difícil situación de aquellos que quedaron liberados de las viejas relaciones feudales de producción y se desplazaron a las nuevas ciudades industriales del siglo XIX. Dejando de lado los autoritarismos regresivos de la primera mitad del siglo XX, tuvo que pasar más de un siglo para que apareciera otra idea fundamental: el ecologismo. Como sus predecesores, emergió como respuesta a un problema específico de su tiempo.

Mientras que las respuestas a las cuestiones sociales giraban en torno a la crítica a las modernas relaciones de producción y se centraban en las relaciones de explotación fijadas sistemáticamente entre diferentes personas, el nuevo enfoque medioambiental hacía hincapié en el contexto tecnológico que posibilitaba el conflicto entre la humanidad y la naturaleza. La sobrexplotación de la naturaleza y el envenenamiento del medio ambiente se situaron en su centro. La tecnología y los procesos materiales de producción y consumo ya no se contemplaban como neutros y sin alternativas, sino que estaban sometidos a la crítica y al cambio. La crítica medioambiental, que planteaba una mejor relación con el medio ambiente y alternativas “verdes”, empezó a popularizarse por sucesos como las catástrofes nucleares de Chernobyl y Fukushima, así como por  experiencias alternativas exitosas. Muchos ríos recuperaron su biodiversidad y la prohibición mundial de clorofluorocarbonos frenó la disminución de la capa de ozono.

El paradigma medioambiental no respondió en esencia a las emergencias materiales del siglo XIX, pero ello no lo reduce a un idealismo superficial. El ecologismo sitúa las relaciones entre los seres humanos y la naturaleza en el centro de su reflexión y, de hecho, es más “materialista” que el paradigma socialista. El cambio climático perjudica directamente los intereses materiales de los pobres, como ponen en evidencia los millones de “refugiados climáticos”. El ecologismo no es solo una idea “para los ricos”, pero no por ello está libre de interrogantes y dificultades.

La tecnología y los procesos materiales de producción y consumo ya no se contemplaban como neutros y sin alternativas, sino que estaban sometidos a la crítica y al cambio.

Pero el paradigma medioambiental no es un paradigma de clase. No expresa, en la manera que lo hizo el liberalismo inicial, la posición de la burguesía pujante. Tampoco es la reacción conservadora de una élite feudal frente a la revolución burguesa, ni una ideología de lucha de la clase obrera contra el capitalismo. El estilo económico y de vida sostenible ofrece algo a todo el mundo. La sostenibilidad defiende los elementos universales del bienestar: aire limpio, comida sana y desarrollo sostenible accesibles para todas las personas.

El enfoque ambiental es, por tanto, universal y superador de las ideas globalistas del liberalismo económico y el libre mercado. El movimiento obrero contrapuso al globalismo liberal la solidaridad internacional de la clase obrera, al menos en los lugares donde no sucumbió a la droga del nacionalismo. El ecologismo, por su parte, se preocupa de problemas que no diferencian fronteras, como por ejemplo la radiactividad y las emisiones de gases de efecto invernadero. Junto con la globalización económica, el cambio climático es el proceso global primordial. Su globalidad es la que explica que los populismos nacionales adopten la táctica del avestruz, especialmente en lo referente al clima. La aceptación de la responsabilidad humana implicaría hablar automáticamente de solidaridad más allá de los límites de los Estados nación.

El calentamiento global actual es el efecto secundario de nuestra guerra contra la naturaleza. Es la respuesta de la naturaleza a la actividad humana según las leyes naturales, desencadenada por la excesiva emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera. En vista de ello, el ecologismo, a menudo tachado de insustancial, parece bastante más concreto que las ideas de los que se oponen a él. Jean-Paul Sartre describió estos sucesos como “contrafinalidades”, es decir, las consecuencias de las intervenciones humanas en la naturaleza que acaban siendo hostiles para la gente sin que dicha hostilidad haya sido originada por ningún enemigo humano. Porque la naturaleza y sus leyes no son adversarios humanos. La lucha contra estas “contrafinalidades” no implica únicamente una pugna en la que los grupos sociales se agrupan en nombre de la solidaridad y luego actúan dentro de un modelo “nosotros contra ellos”. Por el contrario, es una lucha de “nosotros contra ello”, una batalla contra el desarrollo impersonal de los procesos naturales, aunque su desencadenante haya sido humano.

Este nuevo paradigma ha llegado a los corazones y cerebros de millones de personas en una generación y media. Es una de las formas más importantes de relacionarnos con el mundo vivo y se expresa con una forma política diferenciada. Se puede ver su alcance en áreas con las que tiene una conexión inmediata, que afectan directamente, por ejemplo, a nueve de los actuales catorce ministerios alemanes: medio ambiente, conservación de la naturaleza, seguridad nuclear, alimentación, protección de los consumidores, agricultura, ciencia e investigación, sanidad, fomento y vivienda, cooperación económica, transporte, energía, economía y desarrollo. Incluso aunque los Verdes en Alemania trabajaran exclusivamente en cuestiones “medioambientales”, no sería el partido encasillado en un solo tema como se le ha etiquetado durante mucho tiempo. La cuestión medioambiental por sí misma les facilita un abanico de posibilidades políticas que les permite competir fácilmente, y a menudo superar, las propuestas centrales de sus competidores tanto en temas urgentes como de fondo.

La aparición de tecnologías, modelos y procedimientos alternativos ha sido el resultado de una reflexión sobre el impacto medioambiental de las actividades humanas. El crecimiento de las energías alternativas es un ejemplo de éxito. La transición energética está reorganizando un sector fundamental de la economía y está poniendo en el tablero sociopolítico una transformación medioambiental integral. Parece evidente que el ecologismo -la innovadora y atractiva identidad “verde”- es una de las principales ideas de nuestros tiempos.

Ensanchando el horizonte

El enfoque medioambiental de los Verdes proporciona una buena base desde la que ampliar su alcance. El partido hace tiempo que se proclama “postulador de propuestas” para todas las cuestiones políticas. Y ya lo están haciendo, como prueba su actividad gubernamental en Baden-Württemberg, la región europea más innovadora en cuestiones tecnológicas.  Los Verdes, sabiamente, no se han dejado atraer hacia terreno pantanoso con un proyecto de “partido de la gente”. Este concepto está basado en un electorado relativamente homogéneo que solo está presente de forma limitada en la sociedad alemana. Los Verdes han evitado las trampas tanto de ser vistos como los representantes de los intereses de un reducido grupo, como un partido catch-all  (“atrapalotodo”) que es lo que en definitiva ha llevado a la democracia cristiana y a la socialdemocracia a una falta de claridad, gran cercanía a los lobistas, sincretismo político y a todo tipo de compromisos vagos y previsibles.

Pero si los Verdes alemanes no son “el partido de la gente”, entonces,  ¿qué son y cuál es el camino para tener mayor relevancia?. Reinhard Bütikofer ha hecho una importante contribución a este debate al recomendar que los Verdes se vean a sí mismos como “Orientierungs-, Bewegungs- und Dialogpartei.” El partido debe mantenerse claramente fiel a sus orígenes como movimiento social que se implica en procesos institucionales pero sin perderse en ellos (Bewegung). Al mismo tiempo, el partido debería orientar a la sociedad en su conjunto y definir una nueva dirección de futuro (Orientierung). En palabras del propio Bütikofer, es necesario “identificar los proyectos de reforma fundamentales y trabajar para que se lleven a cabo, independientemente de las alianzas políticas”. Este objetivo requiere un estilo especial e inclusivo de hacer política (Dialog). Ser capaces de conseguir y mantener la primacía política no debería confundirse con ser un partido que afirma tener una solución para cada problema. Por el contrario, el diálogo sirve para “crear conscientemente puntos de conexión dentro de los propios puntos de vista en beneficio de los demás”. El objetivo de la comunicación política en una democracia no es la expresión estética de los propios puntos de vista. El objetivo es mostrar las propuestas de una manera comprensible, convincente y conectadas lo más posible con las preocupaciones de la gente a la que van dirigidas.

El partido debería orientar a la sociedad en su conjunto y definir una nueva dirección de futuro.

La hegemonía también se construye a través de “fuerzas externas”. Los Verdes alemanes necesitan construir puentes culturales e intelectuales con diferentes medios sociales y elaborar un uso más independiente y consciente de los contenidos y semánticas conformadas en el seno de otras tradiciones. En su libro Who we could be, el copresidente del partido, Robert Habeck, muestra como el lenguaje puede crear realidades al tiempo que es un instrumento para entenderlas. Si los Verdes van a reclamar su completa autonomía y una mayor relevancia, entonces deben implicarse en el trabajo semántico de remodelar o reformular el lenguaje y algunos de los conceptos tradicionales que aún pueden ser utilizados hoy en día,  incluso si estos provienen de las tradiciones liberales, socialistas o conservadoras.

Un buen punto de inicio es el análisis de la reciente historia de cómo las fuerzas liberales, socialistas y conservadoras en Alemania han hecho suyos otros paradigmas políticos.

Liberalismo: la segunda cuerda del arco

En el paisaje de partidos políticos alemanes, el representante tradicional del liberalismo es el Partido Democrático Libre (FDP). Sin embargo, el liberalismo es más antiguo que el FDP y que la propia República Federal y tiene múltiples manifestaciones. Como en todos los paradigmas políticos, una pregunta a plantear es “¿quiénes sois?”, seguida de “¿cuántos sois?”.

En los inicios de la República Federal, el FDP era un partido menor y un refugio para los nacionalistas que querían tener un ámbito de influencia. Pero el progreso de los nacionalistas se vio frenado en los años sesenta, el partido se convirtió en un foro de debates intensos y abrazó la tradicional línea liberal de izquierda en cuestiones sociales y de libertades civiles. Tras la victoria del liberalismo radical de mercado de finales de los setenta e inicios de los ochenta, el FDP se apartó de las ideas de progreso en un movimiento que lo debilitó a largo plazo.

El recién creado partido verde fue uno de los que más se beneficiaron del apoyo radical del FDP al libre mercado. Los Jóvenes Demócratas, antigua sección juvenil del FDP, se acercaron a Los Verdes. Pero no fueron solo ellos, el partido verde estaba alineado con un amplio zeitgeist (espíritu intelectual y cultural de una era) democrático radical que en el fondo era moderadamente liberal. Activistas de derechos civiles y miembros de los movimientos de mujeres, lesbianas, homosexuales, pacifistas y antirracistas hicieron de los Verdes el partido responsable de  una “liberalización profunda” trascendental que, utilizando una expresión heideggeriana, podría ser definida como un nuevo “claro del ser”. Los Verdes se convirtieron en los legítimos herederos del liberalismo de izquierdas alemán y, al tiempo, en su fuerza innovadora. Podemos hablar incluso de una segunda identidad comparable al ecologismo que conectaba a los Verdes con la Ilustración y con los movimientos contemporáneos por la libertad y la democracia.

El partido verde estaba alineado con un amplio zeitgeist democrático radical que en el fondo era moderadamente liberal.

El liberalismo verde no implica clientelismo político en favor de los lobos solitarios del mercado. Está mucho más asociado a las reivindicaciones de aplicación universal. La aspiración kantiana de actuar de acuerdo a máximas que podrían estar enmarcadas en leyes universales está profundamente enraizada en los Verdes alemanes. El paradigma medioambiental, conectado con una preocupación por el mundo natural comunal compartido por toda la gente, incluyendo a las generaciones futuras, ya contiene aspectos de este universalismo. De forma similar, las soluciones sociopolíticas deberían ser universales y aceptables para todo el mundo o, por lo menos, para el máximo número de personas. Deberían ser inclusivas y beneficiar a los miembros más desfavorecidos de la sociedad. El liberalismo e individualismo verde defiende la libertad personal desde una perspectiva universal y decididamente prosocial.

Esta singular perspectiva liberal se evidenció durante el debate sobre los refugiados. Mientras otros flirteaban con el populismo, los Verdes se mantuvieron fieles a sus principios. Ahora recogen los frutos. Cada vez representan más “un rechazo al rechazo”, a una mayoría democrática que se opone a la retórica del odio y al espíritu regresivo del populismo y también a un gran espectro “liberal” que supera ampliamente al liberalismo tradicional.

Pero el liberalismo verde también es útil en el terreno de la regulación del mercado para poder conseguir las condiciones necesarias para orientar a los agentes económicos hacia formas de producción ambientalmente respetuosas. Los Verdes deben ser la fuerza del tablero político que represente la innovación inteligente y sostenible, incluyendo la digitalización, la inteligencia artificial y los vehículos autónomos. El liberalismo verde es, en este sentido, un sinónimo ampliado de “ordoliberal”. Se opone al radicalismo de mercado que quiere reducir la regulación y excluir los costes sociales y medioambientales de la producción.

La conceptualización verde de lo social

Como el FDP, el Partido Socialdemócrata de Alemania (SPD) desperdició oportunidades estratégicas. El partido luchó contra los nuevos movimientos sociales de los años setenta, incluido el ecologista. El déficit en cuestiones medioambientales del partido puede ser sorprendente, dado que la transformación de las sociedades industriales está en realidad bastante cerca de las preocupaciones de este partido de gran tradición histórica. Pero las conexiones corporativistas en la política industrial de la República Federal ralentizaron la reorientación medioambiental de los socialdemócratas, y lo continúa haciendo como muestran las recientes disputas sobre el cese de la extracción de lignito.

El giro hacia el “Nuevo Laborismo” de Tony Blair bajo la batuta del canciller Schroeder puso al partido en más dificultades. Las reformas del mercado laboral -el programa Hartz IV- del gobierno rojiverde de Schroeder provocaron una interminable e inacabada disputa entre el SPD, La Izquierda alemana y los Verdes. Los líderes del SPD aplicaron este intento de modernización como respuesta a los desafíos socioeconómicos del momento. Pero en realidad implicaba un cambio más profundo, se pasó del clásico homo solidarius de la tradición socialdemócrata al homo economicus de la tradición económica  liberal. Su participación desde 2005 en tres gobiernos de “gran coalición” no ha hecho más que debilitar la identidad socialdemócrata del partido. Ahora padece una gran melancolía ya que es incapaz de explicar los objetivos de la socialdemocracia en el siglo XXI.

Las cuestiones sociales continúan siendo una parte importante del credo de los Verdes alemanes. A diferencia del SPD, nunca fue un partido fordista. A los Verdes les faltaba la envergadura de su militancia, su simbiótica relación con los sindicatos y su pensamiento organizativo jerárquico. Por el contrario, los Verdes viven y piensan en jerarquías “horizontales”, lo que implica una concepción de la subsidiariedad por la cual el Estado rechaza tomar decisiones de forma autoritaria y paternalista y promueve la responsabilidad personal y la libertad de decisión. En esta cuestión, los Verdes son los portadores de una singular herencia “socioliberal”. Esta herencia se corresponde con el individualismo de la actual sociedad, pero difiere del individualismo de la clase media que representa el FDP en que quiere dejar el trabajo de universalización política a la mano invisible del mercado.

Los Verdes viven y piensan en jerarquías “horizontales”, lo que implica una concepción de la subsidiariedad por la cual el Estado rechaza tomar decisiones de forma autoritaria y paternalista y promueve la responsabilidad personal y la libertad de decisión.

Las políticas sociales y de bienestar de los Verdes están basadas en tres pilares: planteamientos kantianos basados en la ciudadanía que defienden la libertad de decisión y la universalidad; la empatía por los problemas sociales de nuestra época (vivienda, pobreza infantil y de la tercera edad, crisis de los cuidados, exclusión social); y el convencimiento de que los más pobres son los que más sufren las consecuencias de la degradación medioambiental.

Los Verdes utilizan un concepto de justicia que une un gran número de cuestiones. La falta de justicia de género no es vista, por usar un término marxista, como una “contradicción secundaria” de lo social. Los Verdes defienden la igualdad de oportunidades, el  acceso equitativo a la educación y una “política de reconocimiento” que apoye el desarrollo de la propia identidad individual y una vida libre de limitaciones y discriminación. Y saben que la demanda de una justicia distributiva no ha quedado obsoleta ni puede ser desplazada por cuestiones de identidad. Las cuestiones sociales no deben desarticularse de la misma manera que la lucha por “nuestra identidad” contra inmigrantes, refugiados y “trabajadores extranjeros”. Este enfoque social, decididamente antipopulista y antinacionalista, al tiempo que comprometido con la Ilustración, es un punto importante del conflicto entre los Verdes y sectores de La Izquierda alemana (Die Linke).

Perspectivas conservadoras

Los democristianos representan el perfil conservador de la República Federal. El partido Unión Demócrata Cristiana (CDU) hunde sus raíces en tres tradiciones: conservadora, social cristiana y liberal. Actualmente, sufre las consecuencias de dos conflictos provocados por su partido hermano bávaro, la Unión Social Cristiana (CSU). Este partido ha ido afilando su perfil conservador posicionándose como un partido “contra los refugiados” y, al hacerlo, lo único que ha conseguido es reforzar al partido de extrema derecha Alternativa por Alemania (AfD). El otro conflicto se dirigió contra Angela Merkel, su propia canciller. Sus críticas fueron sobre todo por su política sobre los refugiados y también por la (rudimentaria) modernización que ha impuesto a su propio partido.

¿Qué significan para los Verdes las disputas en el campo conservador?. ¿Tienen que significar algo?. Los intentos de orientar al partido hacia una forma de ecologismo conservador de derecha, de “sangre y tierra”, en los momentos iniciales de los Verdes, afortunadamente fracasaron. Los Verdes se han movido en la dirección contraria: un ecologismo liberal con preocupación social. Por tanto, ¿por qué los Verdes deben reflexionar hoy sobre el conservadurismo?.

El primer ministro del Estado de Baden-Württemberg, el verde Winfried Kretschmann, contestó a esta pregunta en 2018 en su libro What We Want to Rely On  donde defiende una “nueva idea del conservadurismo” y subraya cómo el interés por el medio ambiente, las libertades civiles y el liberalismo social de los verdes tiene notables intersecciones con el conservadurismo cosmopolita no reaccionario. El ecologismo, de hecho, se basa en la dialéctica de la Ilustración, que encontró su primer acomodo en el pensamiento conservador al plantear la idea de que los cambios revolucionarios no solo comportan cambios positivos, sino que también tienen consecuencias destructivas. La reflexión sobre los efectos potenciales de la tecnología, una cuestión central del paradigma medioambiental, también está anclada en el pensamiento conservador.

La motivación individual para proteger el medio ambiente, el clima o la biodiversidad puede estar alimentada por diferentes ideas.

Los conservadores cristianos aderezan el concepto de medio ambiente con su propia receta y hablan de “preservar la integridad de la Creación”. La motivación individual para proteger el medio ambiente, el clima o la biodiversidad puede estar alimentada por diferentes ideas, tanto científicas como morales, filosóficas o estéticas e, incluso, por argumentos teológicos. Utilizar todas estas superposiciones es una tarea central para la “política de ideas” de los Verdes. Una propuesta sobre cómo orientar este trabajo es “el consenso por superposición” de John Rawls, según el cual grupos con ideas aparentemente divergentes sobre determinados temas pueden ponerse de acuerdo sobre principios clave de la justicia.

Una segunda acepción del conservadurismo, unida a su raíz latina conservare -mantener intacto-, radica en la preservación de una sociedad abierta. La historia demuestra que la estabilidad de las democracias depende del apoyo conservador y, por tanto, que los riesgos surgen cuando dicha ideología se orienta hacia ideas populistas y étnico-nacionalistas.

Un enfoque Verde para el siglo XXI

Los Verdes alemanes se han dado cuenta hace tiempo de que son bastante más que los hijos díscolos de la socialdemocracia, o la esencia anarcolibertaria o romántico-conservadora de las clases medias. Los Verdes insisten en su independencia. Con el ecologismo, representan una preocupación humana esencial que perfila los estilos de vida modernos y determina las demandas éticas, estéticas y socioculturales de millones de personas. Combinado con un espíritu cosmopolita y de empatía social, su enfoque es lo suficientemente viable y sostenible como para proveer los materiales para construir una propuesta política para el siglo XXI, tal como otros partidos lo hicieron en su momento con corrientes políticas anteriores.

Los Verdes no pueden escabullirse y deben ocupar su espacio como fuerza política y corriente de pensamiento en el panteón de las grandes ideas de la modernidad.