Las elecciones autonómicas andaluzas celebradas el pasado 19 de junio, las sextas de carácter regional desde que comenzó la pandemia, dieron una fotografía bastante reveladora del momento político español. Los análisis de los resultados se han centrado en la medida en que los resultados son una afrenta al gobierno de coalición de izquierdas de España. ¿Es el giro a la derecha una advertencia de cara a las elecciones generales de 2023?

Los datos de la encuesta post-electoral son claros en cuanto a la tendencia central: la derecha gana y se concentra. La clave de la victoria del conservador Partido Popular (PP) en las elecciones andaluzas ha sido lograr mantener más de un 80% de voto propio, y conseguir el 61,4% del apoyo de quienes votaron a Ciudadanos en 2018 y el 31,4% de los que optaron por la ultraderecha de Vox. La derecha andaluza se ha concentrado en dos marcas, y probablemente el perfil y la localización geográfica de los votantes de Vox hace pensar que han optimizado votos cediéndoselos al PP.

Por otro lado, al igual que ha ocurrido en otras elecciones autonómicas celebradas en los últimos años y tal como vaticinan los estudios demoscópicos a escala nacional, Ciudadanos desaparece de la escena política. En el caso de Andalucía de forma especialmente dramática, pues partían de 21 diputados y 660.000 votos en 2018, lo que les facilitó la vicepresidencia del Gobierno y cuatro departamentos más. En esta cita, han quedado fuera del Parlamento y no han llegado a los 121.000 votos.

La izquierda se fragmenta

Por la izquierda, la derrota fue incontestable, aunque con causas distintas en cada partido. Los resultados del PSOE indican que ese partido en Andalucía apenas ha iniciado la travesía en el desierto a la que le empujaba el resultado de 2018. A su izquierda, los 17 diputados que obtuvo Adelante Andalucía (marca que representa al espacio político de Podemos y otras organizaciones de la izquierda) en 2018 son más del doble de lo que consiguieron los dos pedazos en que ha estallado ese espacio político. Y no sólo por haberse partido en dos candidaturas, sino por la dificultad y la desconfianza que se respiraba entre las formaciones que componían Por Andalucía y la guerra abierta que han librado contra Teresa Rodriguez, carismática lider de Adelante Andalucía desde la organización Anticapitalistas.

La división en el espacio de la izquierda responde a dos cuestiones: en primer lugar, a una ruptura previa entre Podemos y Teresa Rodriguez, la líder de la izquierda anticapitalista, que fue cabeza de lista en las elecciones anteriores, y una de las personas de ese espacio político con mayor índice de conocimiento y popularidad. A este se suma la recomposición que se está viviendo en toda España del espacio político de Podemos, donde la ministra de Trabajo Yolanda Díaz está lanzando una iniciativa de movimiento político y ciudadano superador de Podemos.

Las opciones más ligadas a programas verdes se presentaron no solo divididas y enfrentadas, sino también fragmentadas. Por su parte, el PSOE, tras haber anunciado su acuerdo con una propuesta del Partido Popular de legalizar regadíos ilegales en Doñana -pese al deterioro provocado por la sequía en la zona- , apenas elevó la bandera ambiental en toda la campaña. Probablemente, conscientes del error, han retirado su apoyo a la polémica medida.

El pasado 19 de junio un 41, 64% de quienes tenían derecho a voto decidieron no ejercerlo, la segunda abstención más alta de la historia en elecciones autonómicas andaluzas. Entre las causas, según las encuestas post-electorales, las principales son las que hacen referencia a la desconfianza en la política. Desconfianza que se sitúa más claramente en el campo progresista, ya que se trata de una abstención fuertemente asimétrica. Anclada en barrios humildes, ha habido distritos, de lo más pobres, donde apenas ha votado el 12% de la población. En zonas de clases medias-altas y altas, el porcentaje es justo el inverso.

Las opciones más ligadas a programas verdes se presentaron no solo divididas y enfrentadas, sino también fragmentadas.

¿Una señal de lo que está por venir?

Aunque es importante tener cautela a la hora de extrapolar los resultados en elecciones autonómicas a las generales, hay algunos elementos que se pueden plantear como tendencias. Conviene tener en cuenta que las andaluzas han sido las sextas elecciones autonómicas desde que comenzó la pandemia, y esto, junto con los estudios demoscópicos de ámbito nacional que se van publicando, nos dan algunos contornos de la foto electoral de España hoy. Al menos, se pueden identificar estos cinco:

En primer lugar, en tiempos de incertidumbre, se vota por la seguridad. Lo atestigua el hecho de que, desde que estalló la pandemia, todas las elecciones autonómicas han revalidado a los gobiernos regionales. Ellos son los identificados con los cuidados y la estabilidad en los tiempos duros. Las culpas y el enfado se dirigen, por contra, con quien mayor presencia mediática y protagonismo político ha tenido en la gestión de la pandemia, el Gobierno de España.

En segundo lugar, se resquebrajan los bloques. La convulsión electoral ha sacudido a derecha e izquierda hasta el punto de resquebrajar los bloques ideológicos. Ya en las elecciones madrileñas se detectó que un 5% de votantes socialistas optaron por el Partido Popular. En Andalucía la tendencia ha sido mayor: Según la encuesta post-electoral del CIS, un 15,6% de quienes votaron al PSOE hace cuatro años han optado esta vez por el PP, algo especialmente destacable por la anomalía que supone en la historia electoral española.

Tercero, la ultraderecha de Vox está estancada o en declive. El primer parlamento donde Vox entró con fuerza fue el andaluz en las elecciones de 2018. 396.000 votos que representaban un 11% y 12 escaños. En 2022 su resultado ha sido de 494.000 votos, el 14%, que le han supuesto 14 escaños. Los números podrían invitar a pensar que Vox sigue en aumento, pero este análisis esconde un error.

Vox alcanzó a nivel nacional su mejor resultado en la repetición de elecciones generales el 10 de noviembre de 2019, con 3.657.000 votos, que representaban el 15,2% del escrutinio y 52 escaños, convirtiéndose así en tercera fuerza. En Andalucía, en esa ocasión, obtuvo 870.000 votos, más del 20%. Las expectativas con las que partían en esta campaña electoral, por tanto, eran estas. De ahí la sensación de frustración y derrota que han proyectado tras la noche electoral. Si analizamos lo ocurrido en las elecciones de Castilla – León el pasado 14 de febrero, observaremos que la tendencia es la misma. Vox se encuentra, respecto al año 2019, en unos casos, estancado, y en otros a la baja.

Más que vuelta al bipartidismo yo en estos momentos hablaría del fin de la nueva política que representaron Ciudadanos y Podemos.

Cuarto, vuelve la política tranquila. Juan Manuel Moreno Bonilla, el ganador claro de estas elecciones, alcanzó este triunfo con un perfil educado y discreto después de casi cuatro años en los que consiguió que la sociedad andaluza, tras 41 años gobernada por el Partido Socialista, le perdiera el miedo a la derecha. Pese a que sus políticas han sido claramente conservadoras y muy influenciadas por la ultraderecha de VOX, ha conseguido lanzar una imagen de moderación que, sin duda, está en la clave de su éxito, como atestiguan los estudios demoscópicos en los que se cita al lider y su perfil como uno de los aspectos más importantes para decantar el voto. ¿Estamos ante el fin de la política histriónica? A juzgar por estos resultados podría empezar a pensarse en este sentido.

Por último, no pocos analistas han ido viendo en las elecciones autonómicas celebradas desde la pandemia una vuelta al bipartidismo. En mi opinión, opto por ser más cauta. Si bien es cierto que en Andalucía los ciudadanos que han optado por PP y PSOE han sido mucho mayor que hace cuatro años, también lo es que Vox ha mantenido voto, e incluso subido algo desde el 2018, y que el espacio a la izquierda del PSOE se ha presentado en unas condiciones especialmente convulsas.

Más que vuelta al bipartidismo yo en estos momentos hablaría del fin de la nueva política que representaron dos partidos de orientación ideológica distinta: Ciudadanos y Podemos. Los primeros no solo salen derrotados de cada cita electoral, sino que han desaparecido del imaginario político. Los segundos actualmente ocupan el espacio electoral que tenía Izquierda Unida hace poco más de una década y están en plena recomposición. Sin embargo, el PSOE no recoge el voto que pueda perderse por ese lado del electorado.

La reacción

La contundencia de los resultados en Andalucía ha provocado reacciones en todo el arco parlamentario. La fundamental se pudo ver el pasado 12 de julio en el discurso del Presidente Pedro Sánchez con motivo del Debate sobre el Estado de la Nación. Su propuesta, un paquete de medidas en clave de protección social, asumiendo buena parte de la agenda social de sus socios por la izquierda.

La descarbonización fue una de las principales. Varían desde las recompensas al autoconsumo colectivo, la descarbonización completa de las Islas Baleares y Canarias y un presupuesto de mil millones de euros para la adquisición de placas solares, bombas de calor y vehículos eléctricos, hasta un plan de eficiencia energética en la administración pública, subvención del 100% de abonos de trenes de cercanía y media distancia e iniciativas para el ahorro y la eficiencia energética.

El presidente también propuso nuevos impuestos a energéticas y bancos. Estos impuestos se plantean con carácter temporal durante dos años y vienen justificados por el incremento de beneficios que la coyuntura ofrece a estos dos sectores. Por un lado, un impuesto específico sobre las empresas energéticas cuya facturación supera los mil millones de euros y gravará los beneficios de 2022 y 2023. Los cálculos del presidente estiman una recaudación de dos mil millones de euros. Por otro, un impuesto al sector financiero al estar siendo beneficiado por el incremento de los tipos de interés.

Aunque el análisis socio-político raras veces admite explicaciones unicausales, parece claro que el resultado electoral en Andalucía, unido a los anteriores comicios autonómicos y a la demoscopia reciente, ha actuado de impulsor de un cambio en el Gobierno de España que busca recuperar la iniciativa política y hacer suya una agenda social. Dos palabras clave para entender el momento actual del gobierno de coalición: Protección y Liderazgo.